Como se esperaba, el huracán Julia descargó tanta lluvia que las inundaciones y evacuaciones ya se esperaban. El objetivo era evitar daños a las personas porque la infraestructura, los cultivos y las viviendas ya habían sufrido con el temporal de septiembre. Las afectaciones recientes y la nulidad de trabajos durante décadas mantienen al país en riesgo inminente, aunque aumentado con las secuelas del cambio climático, fenómeno innegable por la tozudez en un ritmo de vida atentatorio contra la naturaleza.
Desde que la tormenta salió de las costas sudamericanas y llegó a Nicaragua se produjeron en nuestro país copiosos aguaceros que arrancaron el sábado por la noche y concluyeron hasta el mediodía del domingo.
Las emergencias permanentes por unas razones o por otras van marcando el paso de los días con ceguera en el futuro sobre el riesgo que se corre en el valle de Sula cada vez que un fenómeno climático nos impacta.
Hace décadas, Kuwait nos regaló los estudios para salvar el valle y construir las represas El Tablón, Jicatuyo y Los Llanitos.
Luego se integró una comisión y hasta se hicieron gráficas sobre el terreno, pero la prioridad quedó a un lado por las emergencias, cegueras e intereses mezquinos de quienes archivaron prioridades que hoy, tras los cuentos de rigor, se cuentan en “sangre, sudor y lágrimas”, como señala el poema castellano.
Hoy no son solo los afectados por la ruptura de los muros de tierra o bordos de “azúcar” en el valle, sino miles más de otros lugares del país que están indefensos ante fenómenos naturales.
Así que vamos a lo impostergable. Ya basta de remiendos. El valle de Sula no puede continuar así. Es la hora de construir esas tres represas y mantener dragados los canales y ríos. Ya basta del dolor de las personas, que dejan sus casas y enseres bajo el agua y el lodo.
Ya basta de caras compungidas por el dolor que significa volver a empezar de nuevo. Antes era cada 20 años, ahora es cada dos años, incluso meses y días de diferencia.
El valle no puede continuar así. Se pide con clamor que lo protejan, pero solo cuando el agua da al cuello. Una vez que los ríos Ulúa y Chamelecón vuelven a sus cauces y los damnificados terminan su pesadilla en los albergues, la prioridad deja de ser prioridad, y así nos hemos venido olvidando de las represas por 29 años. En 1993 fue el regalo, el gran regalo que nos dio Kuwait para salvar el valle y que las autoridades engavetaron. Hay que desempolvar esos archivos y construir esas tres represas. No sigamos perdiendo el tiempo. Ya basta de rostros sin esperanza, ya basta de comenzar de cero cada vez que las lluvias irrumpen en el corazón económico de Honduras.