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Incertidumbre

  • 30 junio 2020 /

Editorial diario LA PRENSA, 30 de junio 2020.

    La alegría que recién desbordó en miles de jóvenes al detener el peligro inminente de la política antiinmigrante de la administración Trump no pudo ser compartida también por miles de inmigrantes que viven legalmente en la Unión Americana al amparo del Estatus de Protección Temporal, TPS, con arraigo familiar, laboral y plena integración en los organismos o grupos comunales.

    Son años y años de trabajo que han resaltado mucho más en estos días de pandemia en una labor en defensa de la salud con el aseo en hospitales, oficinas, casas, en fin, en todo aquello en lo que los ciudadanos norteamericanos no desean ni quieren ser empleados, aunque tengan necesidades para subsistir porque en todos los países del mundo hay pobres.

    El ambiente político, en camino a noviembre, no está para soñar, al contrario, las condiciones adversas para los inmigrantes se han endurecido y multiplicado. En el discurso ya no se disimula y en las determinaciones legales las restricciones al ingreso y las órdenes de expulsión son más expeditas con la negación de visa para profesionales calificados o con la deportación “exprés” sin posibilidades de acudir a tribunal.

    La crispación en la Casa Blanca es de alto nivel, por lo que el temor de los amparados en el TPS se multiplica a medida que se acerca la fecha en que el presidente Trump debe prorrogar la vigencia del beneficio; aunque el anhelo de los miles de tepesianos es obtener la residencia permanente que les proporcione tranquilidad familiar y las condiciones más idóneas en el mundo laboral y en el sistema educativo a los más jóvenes.

    En una manifestación pacífica, centenares de familias recién se concentraron en Washington para pedir al Congreso que los senadores y representantes respalden la solicitud de los tepesianos, cuya estadía legal ha sido renovada reiteradamente, pero es necesaria una solución permanente pedida por los inmigrantes bajo el lema: “Camino a la justicia. Somos esenciales, ahora y siempre”.

    Los augurios no son los mejores, pero habrá que saber digerir aquello de que “el que espera, desespera”. Claro que es una desesperación en cada espera de prórroga del TPS. El apoyo de la Cancillería y al más alto nivel del Gobierno puede ayudar, pues estos días son de tragedia y los que vienen que son muchos, serán también dramáticos que no queremos para los compatriotas legales en Estados Unidos, donde han hecho su vida y, con mucho sacrificio, ven crecer y superarse a sus hijos.