En cuestiones de leyes ocupamos, sin la menor duda, uno de los primeros lugares en la comunidad internacional. Los ejemplos son tan abundantes que la labor de nuestros legisladores podría constar en el libro de récord.
El Congreso Nacional aprobó la Ley de Responsabilidad Fiscal que intenta ser el muro, no fronterizo, para contener el derroche y eliminar la nefasta conducta respaldada en “lo que no cuesta se hace fiesta”. Para ello señala que el titular de cualquier institución del Estado que se exceda en el gasto de su asignación presupuestaria será destituido inmediatamente y quedará inhabilitado para ejercer cualquier cargo público por los siguientes diez años.
“Todo servidor público del Gobierno, desconcentrado y descentralizado responsable en el manejo de su asignación presupuestaria aprobada que se exceda en el gasto del mismo, será causal suficiente para su destitución, quedando impedido de continuar en el ejercicio de su cargo mientras se sustancia el proceso para su inhabilitación a ejercer un cargo público por el término de diez años sin perjuicio de las acciones que puedan entablar los órganos contralores del Estado”, cita en su artículo 24.
Para que la soga fuese un poco más corta, debiera señalar la prohibición de trasladar recursos de unas partidas a otras, de manera que en el caso de no excederse del presupuesto hay dinero para viáticos, como sucedió en el Consejo de la Judicatura, sustrayéndolo del destino a personal o a la adquisición de equipo material.
La meta es detener la carrera en el déficit fiscal, puesto que el gasto corriente absorbe la mayor parte de los recursos del Estado llenando los vacíos con préstamos internos o internacionales y con la cooperación internacional para respaldar el presupuesto. La nueva ley “garantiza un buen uso de los recursos, control del gasto, menos endeudamiento y por ende más recursos para el Estado”.
La apreciación del ministro de Finanzas contrasta con la experiencia diaria, pues la existencia de leyes o las promesas de su cumplimiento no garantizan el correcto y eficiente uso de recursos, ya que la realidad, la aplicación de ley está en manos de personas y la historia, la lejana y la próxima, muestra que se “hace micos y pericos”.
Por enésima vez habrá que dar el beneficio de la duda, pero son tantas las frustraciones que casi no hay espacio para la confianza y la credibilidad que tanto necesitamos.