Muchas lecturas se pueden hacer en la ola migratoria hacia el paraíso europeo desde Siria, masivamente, y desde otros países de Oriente próximo o del áfrica subsahariana: solidaridad de muchos europeos y esperanzas para decenas de miles de desplazados por las guerras o la pobreza. Miedo ante el desafío de la llegada e integración por parte de países primeros receptores y acción de las mafias en el tráfico de personas. Tardía decisión de los Gobiernos europeos, cuyo debate sobre el número de personas a recibir por cada país evidencia la falta de aceptación de responsabilidades en algunos.
Europa, a lo largo de la historia de Occidente, ha sido el continente más conflictivo e intolerante, con guerras que obligaron al desplazamiento de millones de personas, con arraigada intolerancia ideológica y religiosa que empujó a miles de europeos a surcar el océano y asentarse en tierras hasta entonces despobladas.
Un ejemplo del que aún quedan protagonistas, adultos mayores ya, entonces niños que como los de Siria, salieron en brazos de sus padres. La guerra civil española originó hace ocho décadas el desplazamiento masivo hacia la frontera de Francia, obligó a usar frágiles embarcaciones para llegar a playas galas o buques de mediano calado como el Sontay para llegar a la Unión Soviética. También hacia los países hispanoamericanos el flujo masivo de españoles desplazados al acercarse el final de la guerra civil, tuvo una representación significativa.
Llegó la Segunda Guerra Mundial, y como en la Primera, la población civil buscó, donde pudo, refugiarse para salvar su vida. Hoy, la confrontación en países que fueron colonias o protectorados europeos hasta mediados del siglo pasado, desplaza a decenas de miles de personas hacia el paraíso para ellos: Alemania, Suecia u otros países del Viejo Continente.
La capital alemana se ha convertido en el centro de decisiones con la canciller Angela Merkel al frente, al abrir las fronteras, aunque ello► tenga un alto costo político que la oposición está tratando de aprovechar. “Lo vamos a lograr” es la respuesta optimista del Gobierno alemán, cuyos miembros apuestan por la integración de gente joven, de niños que dinamicen la economía, sean el otro lado del puente de relevo del que carecen la mayoría de las naciones europeas por el bajo índice de natalidad y el aumento de vida.
Las imágenes de la instalación de alambrados en Hungría, así como la detención de quienes pasen su frontera, ha recibido una generalizada condena y la solidaridad de otros países para recibir a los refugiados, que no cesarán mientras no actúen los países industrializados, incluyendo Rusia, para acabar con la guerra y el terrorismo y desplegar un plan calificado como Marshall. A la migración tradicional del Mediterráneo habrá que sumar la terrestre a través de Turquía.