Luego de casi 40 años de vida democrática, con todo lo complejo que la democracia puede ser, los hondureños hemos demostrado voluntad de mantenernos en esta forma de organización social que permite las divergencias de pensamiento, la libertad de prensa y de culto, la alternancia en el poder, la existencia de partidos con distintas concepciones del mundo. Con todos los tropiezos que hemos dado en estos años, y con amenazas internas y externas, seguimos pensando que la democracia representativa es un buen camino para lograr el desarrollo y el bienestar de nuestra gente.
Sin embargo, la última encuesta de Cid-Gallup muestra que, sobre todo entre la gente joven, hay un claro desencanto. Es como si la fórmula democrática se hubiera desgastado, hubiera perdido atractivo y, por lo mismo, las nuevas generaciones no se identificaran con las propuestas de ninguno de los partidos del actual panorama político nacional.
Y este fenómeno debe preocupar no solo a los partidos tradicionales o a Libre, que, aunque es de reciente fundación, se basa en principios ideológicos nada novedosos, sino también a aquellos que hasta ahora no han logrado despertar el interés del electorado de manera masiva y que gravitan alrededor de los intereses de los grandes, porque sus propuestas poco o nada se diferencian de ellos.
El problema está en que el desinterés puede verse luego traducido en baja participación en el próximo torneo electoral y que cualquiera de las conformaciones políticas llegue al poder con el respaldo de una cantidad de votantes que le resta legitimidad y que complica la gobernabilidad del país entero.
Lo mejor, lo óptimo, es que la agrupación política, sola o en alianza con otras, que obtenga los votos suficientes para hacer gobierno, represente la voluntad de la mayoría, porque solo así sus planes y proyectos contarán, por lo menos, con la aquiescencia de una cantidad suficiente de ciudadanos que le hará tener el apoyo indispensable para sacarlos adelante.
Para ninguna democracia es bueno que los ciudadanos caigan en la indiferencia y que no vean una elección como suya. Una excelente manera de prevenir crisis a futuro o marcados desencantos que otros aprovechan para generar desórdenes, es atraer a los nuevos votantes por medio de programas de gobierno factibles y que vayan a la raíz de los problemas. O nuestra democracia estará en entredicho. Así de seria es la situación.