No es lo mismo decir que hacer, pero con tantas evidencias el dicho se ha convertido en perogrullada. Algo similar ocurre con aquel otro refrán, del dicho al hecho hay un largo trecho y eso cuando se habla claro, no empujado u obligado por fuerzas que molestan. La Cumbre del Clima de Glasgow es calificada como la última oportunidad para salvar el planeta.
Como en el caso de la pandemia aún viva, a todos nos afecta ya la misma tormenta, pero no todos navegamos en el mismo barco. Esta es la diferencia y, por ello, en países pobres se ha agudizado mientras aquellas sociedades, con disponibilidad de recursos, apenas hacen uso de paliativos para aplicar cosméticos a la carrera del consumismo, cuya meta es veneno colectivo para los envenenadores y víctimas.
Las voces, unas con respaldo en discurso previamente elaborados y otras más espontáneas y desordenadas, pero más sincera en las calles, apuntan en la misma dirección, hacia horizonte común. Como ha ocurrido en ocasiones pasadas, el mercado, la economía, el comercio y, en menos ocasiones, ambiciones territoriales, se alzan como grandes obstáculos, concentrados en el silencio al paso de los días. Llamaron la atención las palabras del presidente Juan Orlando Hernández, quien valoró el cambio climático en clave del ayer que será más que necesaria para prevenir, pero es el hoy para menguar el dolor y el mañana para prevenir lo más necesario. No es que aludamos a la canción “ya lo pasado, pasado” o aquella otra, “agua pasada no mueve molino”, sino que el trágico reciente pasado debiera servir de aula para aprender y evitar nuevos desastres que necesitan la solidaridad internacional, pero la garantía de la recuperación y de la prevención es nuestra.
Así se expresaba el mandatario: “Cuando escuchaba a Johnson, hablaba mucho cómo lo van a calificar sus nietos y sus hijos. La perspectiva de Europa es muy diferente a la nuestra. Nosotros ya tenemos muertos desde hace décadas”. Y aunque no era el lugar ni políticamente correcto decirlo faltó completar la aseveración: los gobiernos no dieron ni dan repuestas eficaces tras las desgracias, sino que siguen los “pecados” que han ido en aumento. Pero eso es otro cantar.
La cumbre de Glasgow evidencia una vez más que grandes contaminadores, avivadores del cambio climático se han echado a un lado. Ojalá oigamos después: no decimos, pero hacemos, no sea que la ambición en el mercado mundial y la hegemonía en la política internacional aniquilen la última oportunidad, Glasgow, para salvar el planeta.