Tal es el panorama desolador y trágico en que subsisten nuestros compatriotas, particularmente quienes por su condición económica no pueden pagar servicios de vigilancia como medida preventiva, precautoria, para no ser víctimas de la violencia cada vez más intensa, perpetrada por maras, pandillas, bandas del narcotráfico, además de la violencia doméstica que a diario provoca feminicidios, casi todos quedando en total impunidad.
Más grave aún: policías de distintos niveles participando en hechos delictivos, amparados en su uniforme, el cual deshonran.
Las declaraciones de la viceministra de Seguridad Julissa Villanueva han confirmado -con conocimiento de causa-, tales hechos.
Las distintas depuraciones que al interior de la Policía se han implementado no han sido suficientes para eliminar a manzanas podridas que buscan el rápido enriquecimiento sin reparar en medios para ello, con el consiguiente recelo y sospecha por parte de la población respecto al “servir y proteger”.
Un número creciente de centros urbanos se han visto forzados a implementar medidas tales como decretar el estado de sitio y emergencia en horas nocturnas, prohibiendo el expendio de bebidas alcohólicas en los alrededores de centros educativos, formando grupos de ciudadanos de vigilancia para el patrullaje de barrios “calientes”.
Este clima de inseguridad impacta igualmente en la ausencia de transporte público en horas de la noche, impidiendo que estudiantes que durante el día laboran y carecen de vehículo propio, puedan continuar superándose académicamente en colegios y universidades.
El cierre de negocios por extorsión, la contracción de la inversión privada, el desplazamiento interno, los éxodos migratorios al extranjero, la portación de armas como medida de autodefensa, el hallazgo de cementerios clandestinos, secuestros, constituyen algunas manifestaciones del estado de zozobra, tensión e incertidumbre que experimentamos, que también impactan negativamente en nuestra salud física y mental.
Así estamos, cautivos y prisioneros de la criminalidad, corrupción e impunidad, lo que explica el cierre de negocios por parte de sus propietarios, imposibilitados de hacer frente a las exigencias y amenazas cada vez más voraces de sanguijuelas y parásitos que recurren al asesinato cuando sus demandas no son satisfechas puntualmente.
Impulsar políticas encaminadas a dar seguridad a las personas y sus bienes es de urgencia para el país.