Ese es el postulado teórico en las relaciones laborales, pero la realidad mundial y nacional es otra, lo que confirman estudios globales y locales. Las Encuestas de Hogares de Propósitos Múltiples elaboradas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) revelan tal afirmación en el desagregado por sexo: 53.4% de la población hondureña está constituida por mujeres, pero solamente representan el 40% de participación en el mercado laboral; 4 de cada 10 hogares hondureños tienen a una mujer como jefa de hogar; el 72% de las personas jóvenes que ni estudian ni trabajan son mujeres.
Por su parte, investigaciones realizadas por el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep) y su Comité de Género dan cuenta de que la participación laboral de nuestras compatriotas continúa en tendencia hacia la baja, con un descenso de casi 9%, traducido en la pérdida de 155,000 empleos. Si en 2021, la tasa de participación laboral femenina se situaba en 48.7%, en 2022 fue de 44.6% y en 2023 bajó a 40%, generando mayor desempleo, con las consiguientes repercusiones sociales, económicas, psicológicas, para las cesanteadas y sus familias, dependientes total o parcialmente de sus ingresos.
Los puestos de primer nivel continúan siendo poco accesibles para las mujeres, pese a que son ellas las que en mayor número ingresan a instituciones educativas de nivel medio y superior. La participación laboral masculina es de 75%, devengando salarios más altos que las mujeres laborando en empleos similares en responsabilidades, eficiencia y tiempo de servicio.
Factores tales como la discriminación en los puestos de trabajo, el machismo, la desigualdad en las oportunidades disponibles, se conjugan para impactar en el retroceso en el empoderamiento económico femenino y los desequilibrios salariales.
Para hacer frente a tales realidades, nuestras compatriotas o bien ingresan al sector informal de la economía, con empleos precarios sin acceso a la seguridad social, bien crean microempresas o bien optan por migrar al exterior como alternativas de supervivencia. Es por ello que es visible la feminización de las migraciones en los desplazamientos humanos de un país a otro, o de un continente a otro, en el proceso arriesgando sus vidas al transitar por rutas cada vez más peligrosas. Y deben abandonar Honduras no solo por reunificación familiar, crecientemente en búsqueda de empleo, como proveedoras de remesas para los padres e hijos que han quedado atrás. Además, escapar de la violencia y la pobreza en ascenso constituyen otras poderosas causales para adentrarse en lo desconocido e incierto. Nuestra Constitución política, en el capítulo V: Del Trabajo, consigna en el artículo 128, numeral 3: “A trabajo igual corresponde salario igual sin discriminación alguna...”.
La realidad es muy otra, por desgracia.