29/04/2024
12:34 AM

Si su cirujano fuera el doctor Trump…

Mira a Janet a los ojos, le sostiene la mano entre las suyas y dice con voz sedosa: “Hermosa Janet, estás en tan buena forma”.

Es una noche oscura y borrascosa, y el pasillo del hospital está siniestramente iluminado por el destello de los relámpagos, cuando los doctores Trump y McConnell entran en una habitación y se acercan a la cama de una joven paciente, Janet.

¡Tenemos el mejor plan de atención de la salud para ti!, dice con júbilo el doctor Trump, en tanto se oyen los truenos afuera. ¡Tremendo! ¡Soy el mejor! Cuido de todos. Utiliza su estetoscopio para oír el corazón de Janet y frunce ligeramente el ceño.

Eee, ¿doctor?, dice Janet. Creo que mi corazón está en el lado izquierdo, no en el derecho.

Déjame volver a checar, responde el doctor Trump y apresuradamente mueve el estetoscopio. ¿Quién podría haber dicho que la salud es algo tan complicado?

Mira a Janet a los ojos, le sostiene la mano entre las suyas y dice con voz sedosa: Hermosa Janet, estás en tan buena forma.

A Janet la intimidó el comportamiento inapropiado a la cabecera de la cama, retira la mano y se sube el camisón hasta el cuello. El doctor Trump no lo nota y continúa: Su corazón es un desastre. Necesita uno nuevo y por eso es que sugerimos un trasplante. Resulta que no tenemos un reemplazo para ti, pero no importa.

Normalmente sí quitamos y reemplazamos, añade el doctor Trump. Pero en este caso, si no podemos arreglar un reemplazo, solo haremos una remoción llana. Nada de qué preocuparse. Beneficios enormes, ¡enormes!

El doctor McConnell trata de sonreír confortadoramente, pero solo consigue parecer constipado. Una vez que el corazón esté afuera –explicae_SEnD habrá una nueva urgencia de resolver el problema.

Los ojos de Janet se han abierto más, así es que el doctor McConnell intenta tranquilizarla: e_SDLqDe cualquier forma, yo nunca he encontrado que sea necesario un corazón”.

Janet se muerde el labio. Saben, ustedes son los únicos médicos que alguna vez me hayan dicho que tenían que sacarme el corazón, dice. Mi cardiólogo anterior, el doctor Obama, modificó mi dieta y los medicamentos, y estaba palpitando muy bien.

¡No, es un desastre!, brama el doctor Trump. Ese Obama; todo es su culpa. ¡No le haga caso a ningún otro doctor!

Solo quiero estar informada, dice ella suavemente.

¡Idea horrible!, dice el doctor Trump, y luego se palpa los bolsillos. ¿Qué le hice a mi teléfono? Tengo una idea para un tuit grandioso: Una mente cerrada es una cosa terrible de desperdiciar. Sé que tenía mi teléfono en mi última cirugía, porque tuitee y luego dejé el teléfono por ahí; ¡oh, no! Apuesto a que lo dejé ahí…

¿En el quirófano?, pregunta Janet.

Dentro del paciente.

Janet traga saliva y su ansiedad aumenta cuando a un trueno lo sigue una alarma estridente que sale del cuarto de un paciente en alguna parte del mismo corredor. Muy amablemente, explica que, después de todo, quizá, ya no quiera la operación.

¡Muy bien!, responde el doctor Trump. ¡Adelante y muérete. Te está fallando el corazón. Es un desastre. Y todo es por su culpa.

¿Perdón?

Son los demócratas, dice el doctor Trump y el destello de un relámpago captura sus ojos que dan vueltas alocadamente. Nosotros estaremos administrando el hospital, pero la culpa es de ellos.

¿No tiene otros pacientes a los que tiene que atender?, pregunta ella. Y, a lo mejor, debería bajar ese escalpelo.

¿Qué no ve?, dice el doctor Trump mientras un trueno sacude al hospital. De todas formas te vas a morir. Todos los pacientes de Obama se están muriendo. Siempre he dicho: dejen que se debilite el paciente.

Pero yo no me estoy debilitando, responde Janet con firmeza. Estoy bien. Solo algo nerviosa viéndolo con ese escalpelo.

El doctor Trump sacude la cabeza. No, te estás implosionando, insiste. Lo puedo ver. Te estás autodestruyendo.

¡Auxilio!, grita Janet. No puedo respirar.

El doctor McConnell mira tristemente al doctor Trump. Yo sabía que pasaría esto. Pero quizá sea tiempo de seguir adelante para que podamos trabajar en nuestro plan tributario para los hospitales. Usted sabe, si solo hacemos que los asistentes médicos y cuidadores paguen un recargo, podemos hacerles exenciones a los cirujanos. El resultado será un salto en la innovación que beneficiará a todos.

- ¡Auxilio! – Janet grita débilmente.

El doctor Trump la mira y sacude la cabeza mientras ella yace respirando con dificultad. Tan triste pero inevitable, dice él . Estaba destinada a implosionar. Nunca lo van a lograr. Eso es lo que pasa cuando te toca un doctor que nació en Kenia. La paciente muere por sí sola.

Pero... pero... -Janet trata de hablar. El problema es que usted está pisando la manguera del oxígeno. Usted es el problema.

El doctor Trump pisa con más fuerza la manguera. Pobre Janet, se está implosionando justo frente a nosotros. Los demócratas crearon un desastre. No será nuestro. No será mío. Revisa el pulso, no lo encuentra y no se da cuenta de que está revisando el sitio equivocado. -Está bien, doctor McConnell, solo voy a ver a mi cuate Vladimir en FaceTime y luego continuamos con el siguiente plan.

-Quédese con mi corazón, dice gimiendo Janet con el último aliento, y un trueno ahoga los estertores de la muerte. Lo necesita.