La avalancha de información a la que estamos expuestos a diario, especialmente a través de los medios de comunicación digitales, nos lleva a la necesidad de desarrollar algunas habilidades indispensables para no ser una presa tan fácil de la desinformación.
Estas habilidades son especialmente necesarias cuando el contexto reúne algunas características que contribuyen a que proliferen las noticias falsas (fake news): la desconfianza y la incertidumbre, sumadas a la información escasa, a medias o confusa.
Además, a ello hay que añadirle la capacidad que nos brinda actualmente la tecnología de convertirnos en productores, al mismo tiempo que somos consumidores de información; es decir, que ahora tenemos la oportunidad de participar en el relato.
Es probable que no existan recetas infalibles para escapar de la desinformación, porque después de todo, las emociones propias entran en juego y nos llevan a inclinarnos por creer o tomar en cuenta aquello con lo que nos sentimos más identificados.
Para tomar decisiones más adecuadas y para resguardar la salud mental, es preciso tomar en cuenta algunos consejos que brindan expertos en la materia y que han sido reproducidos en campañas de comunicación social. Veamos.
Sea cauteloso, no se quede con la información que proporciona el titular de una nota, especialmente en el mundo digital. Lea el contenido completo, especialmente antes de compartirla.
Revise quién la produce. ¿Es un medio confiable, con algún respaldo? Investigue antes de creer, compartir y aseverar.
Verifique el contexto, es decir, la fecha, las circunstancias y los protagonistas. ¿Identifica sesgos e intereses específicos? Desconfíe.
Si la información brinda datos, investigaciones o estudios, ¡busque su existencia! Investigue antes de creer y reproducir información, a veces con “googlearlo” es suficiente.
Hay muchas otras maneras de hacer frente a la desinformación, algunas un poco más complejas. Las que acaba de leer pueden parecerle elementales; sin embargo, en situaciones de incertidumbre como la que vivimos en el mundo entero, es preciso recordarlas y ponerlas en práctica.
En la época previa al uso intensivo de medios de comunicación digitales, algunos pensaban que la “democratización de la información” contribuiría a solucionar muchos problemas, evadiendo la manipulación. No podemos obviar que el fácil acceso a la información ha abierto la puerta a la investigación y el conocimiento; sin embargo, surgen cada vez más nuevas formas de manipulación de la opinión pública, porque el ser humano no deja de ser, en esencia, el mismo.
La situación actual hace que las personas deban desarrollar ese “ojo crítico” que antes se asociaba con el quehacer periodístico, colocándoles como responsables de lo que eligen creer y reproducir.
Muchas veces se ha colocado en tela de juicio el quehacer del periodista en esta nueva realidad. Quizás, como no había sido antes, ahora deberá valorarse esa labor de identificación, investigación, ordenamiento y presentación de hechos, asumiendo la responsabilidad bajo un nombre propio y el de un medio que lo respalde, ese es el gran valor agregado.
Mientras tanto, ejercitemos esas habilidades necesarias para su desinformación cotidiana, porque no podemos apartarnos del entorno, pero sí tenemos la capacidad de elegir qué, cómo, cuándo, dónde y por qué creer y difundir. Actuemos responsablemente.
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