Aunque un sector de la población tiene el privilegio de estar disfrutando desde el domingo las vacaciones de la Semana Mayor, entre ellos los funcionarios y empleados públicos, la mayoría de los hondureños no se desconectarán de sus obligaciones laborales hasta el jueves.
Algunos menos afortunados, ni siquiera distinguen los días de trabajo de los días festivos porque dependen de sus cultivos y otras actividades particulares en el campo. “Si no trabajo no como”, suelen decir estos compatriotas quienes, a mi criterio, son los que tienen más derecho a unas vacaciones, no solo en estas fechas, sino cuando sus cansados cuerpos las requieran.
Estos días de recogimiento espiritual, como los llama la Iglesia, seguirán siendo un respiro en la mayoría de los hondureños, para aliviar las tensiones del trabajo y de tantas preocupaciones derivadas de la situación política y social del país, como también pueden ser una excusa para soltar el potro de nuestros desenfrenos sin ningún miramiento.
Cada quien es libre de hacer con su asueto lo que se le antoje, siempre y cuando no se le olvide que el derecho de una persona termina en donde comienza el de la otra. Si a alguien se le ocurre tomar el volante con una mano y con la otra una botella de licor, debe tomar en cuenta que con ello no solamente pone en riesgo su vida, sino también la de ciudadanos que caminan en sus cinco sentidos.
Nadie debe tratar de reprimir a aquel que decide endeudarse o gastar hasta el último céntimo de su salario para darse el placer de su vida en suntuosos lugares de recreación o dar rienda suelta a sus desenfrenos. A menos que sea un familiar, podrá alguien tratar de persuadir a este botarate a que ponga sus pies en la tierra. Si no reflexiona, ya le pasará factura la cruel realidad cuando regrese de sus vacaciones.
En el ala de los sensatos están los fieles que, conscientes del significado de la Semana Santa, disfrutan quedándose en sus comunidades para asistir a los oficios religiosos de sus iglesias, lo que no requiere ningún costo monetario ni el riesgo humano de imitar a Vicente quien “va donde va toda la gente”.
Creo que para sentir el sabor de estas vacaciones no hay que ir tan lejos, si cerca tenemos un riachuelo o la yarda de nuestra casa para compartir en familia. Como dice el cantante José Luis Perales: no hay que marcharse lejos para ver salir el sol, si tenemos un país con sus virtudes, con sus defectos, con sus problemas, pero también con sus encantos.