Lingüísticamente, signo es la unidad mínima de la oración constituida por un significante (forma, imagen acústica o visual) y un significado (concepto, imagen mental), es decir, en lingüística, signo es sinónimo de palabra. Pero esta vez se abordará signo en su sentido primario. Un alumno preguntaba cuál es la relación entre un documento que tiene firma y sello de alguna autoridad y un sobre sellado (cerrado). En eso del sobre -dice el estudiante- no sabe si es que está cerrado o es que tiene la marca impresa de un sello. La palabra sello se acomoda en el vocabulario castellano entre los años 1200 y 1250 de nuestra era, pieza léxica que se origina del latín sigilum con la idea de signo, marca. La palabra fue evolucionando hasta quedar en signum con el significado del diminutivo de “signo”. En el latín culto, antiguamente el vocablo “sigilo” significó sello, ya lo hemos aclarado; pero a principios del siglo XVII, el castellano lo tomó en sentido figurado de “secreto en que se guarda un asunto” como si fuese bajo sello. Es por eso que sello se ha extendido a “presentar cerrado” un producto como muestra de garantía que jamás ha sido abierto o usado; acaso por eso leemos en muchos productos “sello de garantía”. Ahora al mantener en sigilo un comentario no lo asociamos con manejarlo sellado, sino en secreto. Es común, y no solo en personas iletradas, el barbarismo “semáfaro” quizá por la asociación de luz con “faro”. Se podría aseverar que una gran mayoría de gente con estudios superiores comete esta barbaridad léxica. ¿De dónde viene este nombre que tiene que ver con ese aparato eléctrico de señales luminosas que se utiliza para regular la circulación de vehículos?
Parece que semáforo se origina a mediados del siglo XIX (acaso por el repunte del movimiento vehicular que comenzaba por aquella época) del griego sema (signo) y phoro (yo llevo). Por extensión, semáforo indica “yo llevo la señal”, algo que nada tiene que ver con “signo de faro”.
En República Dominicana a los bolsones que cargan los estudiantes para llevar sus útiles escolares les llaman “bulto”; pero nosotros ya muy poco los nombramos bolsones, les llamamos “mochila”. Y no solo los alumnos, también los obreros llevan sus mochilas y estos sí las nombran así, dicen: “Me puso mi mochila”. Cuando éramos niños, a esa maleta ligera la relacionábamos con el lenguaje militar (generalmente se hablaba de “muchila”). Ahora ya no cargamos un bolsón o un maletín, cargamos una mochila, palabra que apareció a finales del siglo XV y vino del vasco moxtil (y esta del latín mutilus= mutilado, mocho, rapado) con el significado de “el muchacho que lleva los recados”, Y por metonimia fue apareciendo “mochila” asociado con la maleta que empleaban los criados que transportan mandados. Algo así como el soldado que toca la corneta en un batallón al que le llamamos “corneta”. Don Randolfo nos dijo que siguiendo la autopista I-10 encontraríamos un éxito, es obvio que el refería salida con “exit”, todos nos reímos del “spanglish” de aquel amigo. Éxito es un término cuyo origen se remonta al latín exitus: “resultado”, propiamente “salida”, derivado de exire “salir”. Desearle a alguien que tenga éxito no sería sinónimo de que la vaya bien o que triunfe, pues hay buenos, mejores, malos, peores resultados o salidas de algo. Sin embargo, el uso de éxito como el alcance con victoria o triunfo de algo ahora es válido y ya nadie habla de mal éxito
