¿Qué tenían en común Adolfo Hitler y la Madre María Teresa de Calcuta?
Aunque parezca increíble, la respuesta es indiscutible: ambos eran líderes mundiales por poseer algunas de las bases de poder en que debe sustentarse el liderazgo.
El dictador alemán tenía la capacidad de influir en el comportamiento de las multitudes mediante el poder coercitivo en el que está de por medio la imposición, el miedo y la jerarquía. Mientras la religiosa ostentaba el poder referente que proviene del respeto, la simpatía y la confianza que ella inspiraba en sus seguidores.
Hitler ejercía su liderazgo con el nefasto propósito de expandir el poderío de Alemania a fuego y sangre, pero finalmente se desplomó su autoritarismo por haber abusado del poder coercitivo.
Lo contrario sucedió con la Madre Teresa quien hasta la fecha es recordada con cariño por su legado de amor abnegado y servicio a la humanidad. Como fundadora de la congregación Misioneras de la Caridad dedicó su cometido al servicio de los llamados “más pobres entre los pobres”.
En el ámbito de la política el liderazgo y sus bases de poder también se pueden usar con malévolas o buenas intenciones. Recordemos el caso de Alberto Fujimori quien primero se ganó la simpatía de los electores peruanos, pero luego se convirtió en un pésimo mandatario. Gracias al carisma que le daba su poder referente ganó a su contendiente, el escritor Mario Vargas Llosa quien carecía del poder de la persuasión, pero que pudo haber sido un presidente íntegro. Una vez que el descendiente japonés se consolidó en el gobierno, puso al descubierto sus prácticas autoritarias.
En 1992, dio un golpe que disolvió todos los demás poderes del Estado, y asumió poderes extraordinarios. En 2000, ante las crecientes evidencias de corrupción generalizada y crímenes de lesa humanidad, huyó a Japón, desde donde renunció por fax.
Fue detenido en Chile en 2005 y extraditado a Perú en donde fue juzgado y condenado a 25 años de prisión por múltiples cargos, entre ellos violación de derechos humanos y malversación.
Los líderes, sean patriotas o corruptos, saben usar sus capacidades para bien o para mal del gran conglomerado que los aclama, por ello es importante que los electores sepan reconocer quien es quien al momento de otorgar poder a los candidatos a cargos de elección popular, mediante el voto, en las elecciones generales del próximo 30 de noviembre.
Aún no se han oficializado los resultados de las elecciones primarias e internas de los tres partidos tradicionales y ya hay atisbos, provenientes del partido en el poder, que siembran la incertidumbre en el pueblo de que los comicios generales puedan llevarse a cabo, o convertirse en una patraña para que los mismos sigan haciendo las suyas desde los privilegios que otorga el poder absoluto.
Corresponde al electorado consciente y especialmente a los ciudadanos que se han mantenido alejados de las urnas o que votarán por primera vez, escoger a los líderes que realmente hacen buen uso de las bases de poder en que se sustenta el liderazgo, para dar un giro rotundo en la forma de hacer política en Honduras.