En 1921, el psicólogo estadounidense Lewis Terman dio inicio a uno de los estudios más extensos de la historia de la psicología: monitoreó durante décadas a más de 1,500 niños con coeficiente intelectual (CI) alto. A estos se les conoció con el nombre de “termitas”, debido a que eran pacientes del Dr. Terman.
El objetivo de la investigación era comprobar si los superdotados eran personas frágiles, inadaptadas o socialmente torpes, como se creía en aquel tiempo. Contrario a la creencia popular, los sujetos del estudio crecieron, en general, más sanos, más estables emocionalmente y con mejores resultados académicos y profesionales que el promedio de las personas. Además, lejos de ser excéntricos o aislados, la mayoría llevó vidas productivas y bien integradas a nivel social. Sin embargo, el estudio también reveló un dato muy interesante: un CI elevado no garantiza genialidad creativa ni impacto histórico duradero. Muchos participantes tuvieron carreras exitosas, pero muy pocos se convirtieron en innovadores extraordinarios, inventores destacados o investigadores revolucionarios.
Paradójicamente, futuros premios Nobel quedaron fuera del estudio por no encajar en los criterios iniciales, tal como fue el caso de William Shockley y Luis Álvarez, quienes serían galardonados posteriormente con el Premio Nobel de Física. Como bien indica Félix Cortéz, este estudio presenta una verdad muy importante: no se necesita ser un genio para hacer grandes cosas en la vida. Es cierto que la inteligencia es una ventaja, pero no es lo único que define nuestro destino. También se requiere de otros aspectos que son igual o más importantes que aquella, tales como la creatividad, el carácter, la perseverancia, la capacidad de trabajar duro, la habilidad de trabajar en equipo, el desarrollo de buenas relaciones interpersonales, la disciplina y la integridad moral y espiritual.
En la Biblia se narra el caso de David, un “simple” pastor de ovejas que fue visto de menos aun por su propio padre, pero que llegó a ser el rey más destacado en toda la historia israelita.
Es posible que algunas personas piensen lo mismo de usted, pero no se preocupe. Esfuércese y aproveche cada oportunidad para dar lo mejor. Dios reconocerá sus esfuerzos y lo recompensará grandemente. Que este 2026 sea un año que traiga grandes cosas a su vida. Bendiciones abundantes.