27/04/2024
09:14 AM

Lo que queda

Elisa M. Pineda

Entramos a la mal llamada “Semana Morazánica”, con más incertidumbres que certezas, quizás porque estamos acostumbrados a ver la vida de esa forma en Honduras, pensando en lo inmediato, pero muy poco en el mediano y largo plazo.

El futuro es muy incierto para hacer planes y por eso nos enfocamos en lo que tenemos hoy: cierto hastío de la cotidianidad en tiempos de pandemia.

Así, nos adentramos a una pausa en la rutina, para el descanso y ¿también el olvido? Esperemos que no sea así, puesto que el costo de ello podría ser muy elevado. El covid-19 no se ha ido y aún falta mucho camino por recorrer, por desgracia, para decir adiós a la pandemia.

El cansancio de la constante exposición a mensajes de advertencia y a las noticias negativas parece llevarnos hasta el punto de insensibilizarnos o de volvernos incrédulos.

Además, la necesidad de salir adelante y superar la situación socio-económica que aqueja a la mayor parte de la población del país, también nos impulsa a retomar un poco de la normalidad perdida.

No podemos desconocer que el sector turismo ha sido uno de los más afectados en todo este tiempo, de la misma manera en que tampoco podemos dejar de lado que la recreación es un derecho humano.

El riesgo grande no es el feriado en sí mismo, sino la falta de conciencia y el control de las emociones que suelen ser las que prevalecen al momento de tomar decisiones a la ligera, que pueden tener efectos en la comunidad.

Quizás la pandemia ha hecho visible algo que normalmente pasamos por alto, que es el impacto de nuestras decisiones y acciones en las relaciones más cercanas y en la comunidad.

En este contexto, lo que queda del toque es el recuerdo de una medida implementada a medias, que el correr del tiempo convirtió en una especie de chiste cotidiano, aplicada para algunos pocos y ampliamente flexible para otros.

Dejar hacer y dejar pasar es quizás una de las más grandes puertas a la corrupción, con la que convivimos desde hace muchos años. El descontento popular se exacerba con esa inequidad en la aplicación de las medidas.

Esa sensación de que la vida se va sin poderla disfrutar –un verbo que puede tener un significado distinto para cada persona- de que estamos siendo engañados, aunque sea a medias, es una mala combinación en estos momentos.

Nos vamos de feriado y regresaremos a reencontrarnos con lo que queda: una serie de incongruencias políticas ventiladas en redes sociales por uno y otro bando, una realidad que no corresponde con la belleza descrita con palabras, un país que hace tiempo perdió el rumbo y que deberá tomar decisiones muy pronto.

Viene el “feriadón” y buscaremos desconectarnos de las dificultades, del agotamiento, del estrés pero lo que siempre nos queda es la necesidad de cuidarnos, de seguir las normas indispensables para que este alto en el camino sea un momento para retomar energías y salir adelante, en lugar de encontrarnos con la enfermedad y el dolor.

Somos dueños de nuestras decisiones y acciones, optemos siempre por mantener las medidas de bioseguridad. Puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

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