26/03/2024
12:26 PM

Libres y responsables

Roger Martínez

Escribió una vez el psiquiatra vienés Viktor Frankl que, así como en la costa este de los Estados Unidos se había erigido la Estatua de la Libertad, habría que levantar en la costa oeste la de la responsabilidad. Porque, y este es un axioma ético, y, por lo mismo, indubitable, no se puede ser libre si no se es responsable; no se debe acometer ninguna acción, si luego no se está dispuesto a asumir sus consecuencias. Y es que si hay término del que se ha hecho uso y abuso a lo largo de la historia ha sido de este. Como dijo en uno de sus escritos más conocidos el poeta Paul Éluard: muchos crímenes se han cometido en nombre de la libertad.

Se piensa, a veces, que una manifestación de libertad es el desconocimiento de unos límites, de unos cauces, de unas normas. Nada más equivocado que eso.

Para poder actuar con verdadera libertad, un ser humano, en uso pleno de la razón, no puede ignorar, por lo menos, un par de cosas: una, que su libertad termina donde comienza la del otro; dos, que la naturaleza misma define unas fronteras a la actuación humana. Por esto último es que no puede uno lanzarse de un décimo piso con la ilusión de que va a volar, sin contar con los medios para hacerlo, o caminar en puntillas con la esperanza de que va a crecer unos centímetros de forma permanente, o permanecer bajo el agua más del tiempo que el cuerpo soporta, sin el equipo indispensable, solo porque así se quiere. Y podría poner muchos otros ejemplos, algunos lindantes con lo absurdo, que nos demuestran como la libertad humana es bastante limitada y que, si no hay conciencia de ello, podría llegarse a perder de modo definitivo, porque podríamos acabar, incluso, muriendo.

La verdadera libertad tiene como característica fundamental que engendra mayor libertad. Es decir, en la medida en que yo actúo libremente, conquisto mayores cuotas de libertad. Ejemplo sencillo: si una persona enferma, libremente decide hacer la dieta que le indica el médico, gozará de mejor salud y prologará sus años, con lo cual, dispondrá de más tiempo para ejercer su libertad, y, como se dice ahora, con mayor calidad de vida. Otro ejemplo: si un hombre es fiel a su legítima esposa, podrá ir y venir con ella, cuando y donde quiera; no tendrá que buscar lugares poco frecuentados, ni tendrá temor de resultar descubierto. Gozará de la libertad que su buen proceder le procura. No sucedería lo mismo si se anduviera portando mal.

Por eso es que, antes realizar un acto hay que medir sus consecuencias y considerar si su ejecución multiplicará mi libertad, o, por el contrario, me reducirá a la esclavitud.