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Las complicaciones de la búsqueda

  • Actualizado: 02 abril 2016 /

Nasrudin y el huevo

Cierta mañana Nasrudin –el gran místico sufi que siempre fingía ser loco– colocó un huevo envuelto en un pañuelo, se fue hasta el medio de la plaza de su ciudad y llamó a los que estaban allí.

Hoy tendremos un importante concurso –dijo. –Quien descubra lo que está envuelto en este pañuelo recibirá de regalo lo que está dentro.

Las personas se miraron entre sí, intrigadas, y respondieron: ¿Cómo podemos saberlo? Nadie aquí tiene poderes de adivino.

Nasrudin insistió: Lo que está en este pañuelo tiene un centro que es amarillo como una yema, rodeado de un líquido del color de la clara, que a su vez está contenido dentro de una cáscara que se rompe con facilidad. Es un símbolo de la fertilidad, y nos recuerda a los pájaros que vuelan hacia sus nidos. Entonces, ¿quién puede decirme lo que está escondido?

Todos los habitantes pensaron que Nasrudin tenía en sus manos un huevo, pero la respuesta era tan obvia que nadie quería pasar vergüenza delante de los otros. Porque... ¿y si no fuese un huevo, sino algo mucho más importante, producto de la fértil imaginación mística de los sufis? Un centro amarillo podía significar algo del sol, o el líquido de alrededor tal vez fuese alguna preparación de alquimia. No, aquel loco estaba queriendo que alguien hiciera el ridículo. Nasrudin volvió a preguntar dos veces más, pero nadie se arriesgó a decir algo impropio.

Entonces él abrió el pañuelo y mostró a todos el huevo. Todos vosotros sabíais la respuesta –afirmó. – Y nadie quiso traducirla en palabras. Es así la vida de aquellos que no tienen el coraje de arriesgar: las soluciones nos son dadas generosamente por Dios, pero estas personas siempre procuran explicaciones más complicadas, y terminan no haciendo nada.

Eligiendo a los enemigos

Dice el poeta “el guerrero de la luz escoge a sus enemigos”. El guerrero sabe de lo que es capaz. No necesita andar por el mundo contando sus cualidades y virtudes. Sin embargo, como en el viejo Oeste, a cada momento aparece alguien queriendo probar que es mejor que él. El guerrero sabe que no existe “mejor” ni “peor”: cada ser tiene los dones necesarios para su camino individual. Pero ciertas personas insisten. Provocan, ofenden, hacen todo lo posible para irritarlo. En este momento, el corazón del guerrero dice: “no aceptes las ofensas, ellas no aumentarán tu habilidad. Te vas a cansar inútilmente”. Un guerrero de la luz no pierde su tiempo escuchando provocaciones: él tiene un destino a ser cumplido.

Reflexión

John Bunyan: “Aun cuando haya pasado por todo lo que pasé, no me arrepiento de los problemas en que me metí, porque fueron ellos los que me trajeron hasta donde deseé llegar. Ahora, ya cercano a la muerte, todo lo que tengo es esta espada, y la entrego para todo aquel que desee seguir su peregrinación. Llevo conmigo las marcas y cicatrices de los combates; ellas son testimonio de lo que viví y recompensa de lo que conquisté. Son estas marcas y cicatrices queridas las que me abrirán las puertas del Paraíso.”