Con la “coronación” el día de hoy de Hillary Clinton como candidata oficial del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales de Estados Unidos, que siguió a la nominación de Donald Trump por el Partido Republicano, se ha dado el silbatazo final por dicha carrera que deberá concluir con la elección del próximo inquilino de la Casa Blanca en noviembre próximo.
Esta elección es atípica, pues ambos candidatos son impopulares, con un 57% según Washington Post, de desaprobación. Mientras a la exsenadora Clinton se le ha acusado de deshonesta y no ser confiable, al empresario neoyorquino de racista y de no tener pelos en la lengua. Con todo el pueblo norteamericano sin otra alternativa tendrá que elegir a una o al otro, con sus declarados defectos o virtudes.
Este nivel de desaprobación ha hecho que la señora Clinton se haya desplomado tanto, que estadísticamente ahora está empatada en la mayoría de las encuestas con Trump, a pesar de que hasta hace poco era la predilecta para suceder a Barack Obama. Para revertir lo anterior tendrá la tarea de ganarse al votante que tiene una percepción negativa, al considerarla astuta, orientada al poder, y maquiavélica.
En cuanto a Trump su impopularidad podría estar basada en su discurso agresivo, a veces ofensivo o despectivo, por lo que su nivel de desaprobación sería hasta cierto punto comprensible, lo cual no le ha impedido posicionarse en algunas encuestas unos tres puntos arriba de la candidata demócrata.
De acuerdo al sexo de los votantes los hombres son los más desencantados de los dos candidatos, aunque son más los que ven en forma más desfavorable a la Clinton que a Trump.
Entre las mujeres este ultimo es más impopular que la ex primera dama. Por razas, el 64% de los afroamericanos ven a Trump en forma negativa, lo mismo que los de origen latino.
Por su parte la ex secretaria de Estado es impopular entre los blancos que no logran descifrar su verdadera personalidad y es más popular entre el resto de las comunidades. La posibilidad que los norteamericanos vayan a las urnas el 8 de noviembre próximo teniendo que elegir entre el mal menor es para los analistas un motivo de incertidumbre porque implica una menor afluencia de votantes que tendrán que escoger entre las dinámicas de impopularidad o popularidad de cada candidato y sopesar sus anteriores estereotipos, que colocan según los medios a la demócrata como fría y ambiciosa, y al republicano como un xenófobo. Una verdadera paradoja hasta ahora vista en el paisaje electoral estadounidense.