Como una escena de película futurista, así se reproduce en medios digitales y tradicionales la presentación del nuevo “robot humanoide de asistencia personal” que hizo hace pocos días Elon Musk y su empresa Tesla y que tiene por nombre Optimus.
Es difícil no impresionarse ante los avances del ingenio humano con el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) y todas las posibilidades que esto trae consigo para el mundo.
Optimus, de acuerdo con Musk, podría ser algo que cualquiera tendría en su casa. Esto me hizo recordar el sueño de Bill Gates, décadas atrás, de que cada hogar pudiese tener un ordenador.
¿El futuro nos ha alcanzado? Más allá de eso, el ser humano da pasos grandes hacia una nueva época, en la que todo indica que conviviremos en mayor medida con la inteligencia artificial.
Porque si usted cree que ahora es posible escapar del uso de la IA, déjeme decirle que es muy difícil. Desde los asistentes de banca en línea, los chatbots para compras y asistencia “personalizada”, las redes sociales y su complejo entramado de algoritmos, el ChatGPT y otras herramientas, ahora la IA impregna todo rápidamente.
Vemos la banalización de sus enormes posibilidades, en “juegos” virales como el de dar movimiento a fotografías antiguas o presentarnos imágenes propias como personas de otras épocas, hasta temas más serios, como los avances médicos y también la exploración del espacio, en todo encontramos IA, incipiente o muy desarrollada.
¿Estar en contra o a favor? De poco vale enfrascarse en una discusión que no cambiará la realidad. Es mejor buscar cómo adaptarnos y también cómo debemos formar a las nuevas generaciones para que sean capaces de sacar el mejor resultado de esa convivencia con la IA.
Es importante saber que, en este como en muchos otros temas, las desigualdades socioeconómicas ejercen su enorme influencia. En ese sentido, en países como Honduras es de esperar que no viviremos los avances con la misma rapidez y con el mismo énfasis que en otras latitudes; sin embargo, sí recibiremos los efectos a mediano o largo plazo, especialmente en materia de producción de bienes y servicios. También podríamos esperar, como ya lo estamos viendo, un mayor interés en temas relacionados con la salud mental en casi todos los ámbitos y etapas de la vida, no solamente motivada por la convivencia con la IA, sino precisamente por la necesidad de abordar, desde lo humano, temas tan importantes como el desarrollo integral de las personas.
¿Qué características debe tener el ser humano del futuro, que se puedan desarrollar ahora, para una mejor convivencia con la IA? Este es un tema que debería interesarnos profundamente, ya que todo indica que estamos en los albores de algo mucho más grande.
Se requiere desarrollar pensamiento crítico. Adiós a las lecciones de memorización, de repetición constante y bienvenida la reflexión. Saber discernir cuál es la información importante y pertinente es ahora más valioso que nunca. Olvidémonos del “copiar y pegar”, eso es para cualquier persona. El paso hacia adelante es el discernimiento y la aplicación adecuada de ese cúmulo de información disponible.
También se requiere el énfasis en la inteligencia emocional, es decir, en la capacidad de conocer y regular las emociones propias e incidir en las de otros. Asimismo, es indispensable la formación ética, como la esencia de la actuación personal y colectiva, base para la lucha anticorrupción.
¿Estamos preparando a las nuevas generaciones para nuevos escenarios? El desafío es grande para docentes, padres de familia, además de los protagonistas de esta historia: la niñez y la juventud actuales. Urge reflexionar y actuar.
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