10/12/2024
07:14 PM

¡Gente extraña!

¡Gente extraña!

“Gente extraña te rodea, rostros que parecen fríos”, cantaba Jim Morrison, líder de The Doors, anticipando un fenómeno que hoy vivimos de manera alarmante. No solo nos rodean rostros fríos, sino que los hemos normalizado. En un mundo dominado por redes sociales, desinformación y realidades artificiales, hemos perdido lo más esencial: la conexión humana

Esta desconexión no se limita a la esfera emocional. Nos afecta física y mentalmente, generando ansiedad, estrés y una búsqueda insaciable de validación digital. Las redes, que prometían acercarnos, nos aíslan tras filtros que ocultan nuestra esencia. Vivimos atrapados en burbujas de contenido que refuerzan nuestras creencias, alimentan divisiones y nos desconectan de la empatía y el diálogo.

Este fenómeno no es inofensivo. La irrealidad perpetuada en las plataformas digitales tiene consecuencias tangibles y devastadoras. Los casos de ciberacoso han aumentado, llevando a víctimas al límite emocional e incluso al suicidio. La desconexión emocional, combinada con la necesidad de aceptación, facilita que redes criminales utilicen el entorno digital para el tráfico de personas, explotando la vulnerabilidad de quienes buscan apoyo en un espacio que sólo ofrece espejismos.

En este vacío emocional, las víctimas confían en desconocidos que prometen soluciones rápidas, pero encuentran explotación. Los jóvenes, en particular, son presa fácil, también las mujeres adultas caen en estas trampas. Buscando apoyo, una conexión genuina o estabilidad económica, se ven atrapadas en promesas vacías que terminan en explotación. La vulnerabilidad no discrimina edad, y la manipulación digital se ha convertido en un riesgo que arrastra hacia redes criminales implacables.

Además, las comparaciones irreales fomentan un ciclo de insatisfacción, desconfianza y pérdida de autoestima. El resultado es una sociedad fragmentada, familias sin diálogo y un aumento de comportamientos peligrosos que comprometen nuestra integridad. Nos hemos vuelto gente extraña incluso para nosotros mismos.

En un mundo de “rostros fríos” y autenticidad perdida, no debemos ver a las redes sociales como el enemigo, sino como un espejo en el que la “gente extraña” se refleja, mostrando su desconexión interna, encorvada por el culto al celular y sin mirar a los ojos de su prójimo, aun en la mesa del comedor.