El término estulticia proviene de dos vocablos latinos: stultus (necio), más el sufijo “ia” que quiere decir cualidad, por lo que la palabra podría significar, la “cualidad” de ser necio. La RAE tiene para ella un sinónimo más castizo, que difícilmente podría considerarse una cualidad, que no es otro que, “la estupidez”. En 1988, el historiador económico italiano Carlo María Cipolla publicó su libro “Allegro ma non troppo”, que consistía en dos cortos ensayos acerca de economía y sociedad. El segundo de ellos, debido a su tono satírico, causó una verdadera controversia en su época, se titulaba: “La teoría de la estupidez”. A más de 35 años de su publicación, es bueno revisarla y no olvidarla porque su actualidad no solo es evidente sino también tristemente aterradora. De acuerdo con la mordaz visión de cipolla, existen cuatro tipos de individuos en la sociedad: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos, siendo este último, el más nocivo de todos.
Años atrás, durante el tiempo de la posguerra, el pastor protestante y teólogo de origen Alemán Dietrich Bonhoeffer, tras pasar más de dos años en un campo de concentración nazi, llegó a la conclusión que “La persona estúpida, en contraste con la maliciosa, está satisfecha de sí misma, y al irritarse fácilmente, se vuelve peligrosa”. Y es que mientras el que realiza el mal se mueve por egoísmo (en beneficio propio) sin importarle perjudicar a los otros, el que actúa con estupidez se vuelve capaz de perjudicar a los demás sin beneficiarse él o incluso perjudicándose a sí mismo.
Es posible que el ascenso político de cierto tipo de líderes en la actualidad, a nivel mundial, se deba a que cada día más se promueva la estulticia en la población global.
Para comprobarlo solo hace falta ver la última tendencia en los “videítos” de TikTok, y el nivel de reflexión de muchos jóvenes, adolescentes y adultos, a quienes la realidad social, política y económica, nacional y del mundo, les sale sobrando, porque se sienten satisfechos con tener “platita a fin de mes” para comprarse su último capricho en moda, viajes, retoques estéticos o tecnología. Y así poder presumirlo en “X “ o en Instagram. Dice CM. Cipolla que el malvado se mueve entre la inteligencia y la maldad, el incauto entre la estupidez y la inteligencia, mientras que el estúpido está a medio camino entre los malvados y los incautos.
Lo peor de todo es que en la autoevaluación, a lo mejor muchos tengan el tino de descubrirse, inteligentes, malvados o incautos, aunque seguramente nadie lo sea en estado puro, lo peligroso es que pocos tendrán la valentía de descubrirse o saberse estúpidos, aunque los otros lo noten o lo tengan que padecer, ya sea a nivel personal, social, político, económico o incluso eclesiástico. “Porque mi pueblo es necio, no me conoce; hijos torpes son, no son inteligentes. Astutos son para hacer el mal, pero hacer el bien no saben”. (Jer 4, 22) ¡Hay que cuidarse de la estulticia!