24/04/2024
06:54 AM

Estos días entrañables

Roger Martínez

Desde que comienza diciembre, y en la medida en que se acerca la Navidad, se percibe un clima distinto al que se da durante el resto del año. Y no es solo que los días y las noches se vuelven más frescos y los cielos más azules, sino que los rostros de todos parecen más serenos, más contentos, y, aunque las dificultades seguramente continúan siendo las mismas, más optimistas.

La publicidad nos habla de “la magia de la Navidad”, y, aunque su finalidad es vendernos cosas y hacernos gastar, no deja de tener razón cuando atribuye a estos días un carácter mágico, una capacidad de lograr que sucedan cosas que no se logran en otros meses del año. Pareciera, por ejemplo, que, ante la palabra Navidad, todos nos volvemos menos tacaños, menos avaros, y mediamente o muy generosos. Como si las necesidades de los demás se nos volvieran más evidentes o, de repente, aumentara nuestra capacidad de captar las necesidades de los demás. Desde que se colocan el nacimiento y el árbol, o se incluyen en la decoración de la casa flores de pascua o un sinfín de adornos propios de la época, suelen haber más sonrisas, más cariño, más posibilidades de comunicarse asertivamente, amablemente, positivamente. Desde que algunas radioemisoras comienzan a hacer sonar villancicos o música propia de la temporada, algo flota en el aire que nos hace desarrugar el entrecejo.

Y si, además, le ponemos un poco de intencionalidad a las miradas, a las palabras y a los gestos, podemos crear a nuestro alrededor un ambiente cálido y sereno que facilitará la confianza, la paz familiar, las manifestaciones de afecto.

La prisa que caracteriza la actividad cotidiana ordinaria, muchas veces nos lleva a no detenernos en lo esencial, en las cosas que nos reportan mayores satisfacciones, que nos hacen felices. O pasamos de largo ante los demás o no somos capaces de darnos cuenta de la importancia que tenemos para ellos o la que ellos tienen para nosotros. Vamos por ahí, atropellándonos, en permanente frenesí, sin poner el freno, sin mirar a los ojos a los que nos rodean: esposa, hijos, amigos, colegas... Y no sabemos de lo que nos perdemos: de una conversación sabrosa, de unos chistes que nos harán reír a carcajadas, de esa comunicación tan humana hecha de gestos, miradas cómplices, comunión de almas, en fin.

Así que, hay que aprovechar estos días mágicos, esta temporada entrañable, para estar cerca de los demás, para repartir cariño, para estar presentas en la vida de nuestros compañeros de camino.