El examen de admisión que aplica la Universidad Nacional Autónoma de Honduras a los aspirantes a ingresar a la universidad del pueblo es precisamente un examen de admisión, aunque sus personeros digan lo contrario. Quien no aprueba, no ingresa y, si tiene recursos, queda en libertad de acudir a las universidades privadas.
Nuestro país, en las actuales circunstancias se debate: con un sistema educativo nacional con grandes problemas, con muchos chicos que aprueban los años lectivos sin tener los conocimientos que respalden ese ascenso académico, con el poco bagaje intelectual y crítico con que egresan los estudiantes del bachillerato, sobre todo de los institutos oficiales y alejados geográficamente, con la escasa formación para que los estudiantes busquen activamente la información que les exige el pénsum, con escasa dedicación a la lectura. Es lógico que quienes vienen de los institutos públicos y muchos privados que no son sometidos a una estricta supervisión vengan a dar de bruces al examen. Son aspirantes a universitarios provenientes de las capas pobres. No aprueban el examen de admisión y, consecuentemente, la mayoría de ellos dejará de lado su aspiración de formarse como universitario y de aspirar a una vida mejor y a la superación de la pobreza.
Por estas y otras razones, personalmente considero que no es justo que muchos muchachos hondureños que abrigan la esperanza de llegar a ser estudiantes universitarios sean atajados mediante una prueba que realmente es discriminatoria, porque solamente tienen posibilidad de acceso a la UNAH los egresados de los grandes centros secundarios privados.
El fenómeno comienza a preocupar a algunas facultades que se han distinguido por su prestigio en la formación de profesionales, tal es el caso de la facultad de Ciencias Médicas que, según me cuenta uno docente, se está quedando sin alumnos y los profesores corren el peligro de ser despedidos, en un país en donde la salud es uno de los problemas fundamentales y que necesita médicos con un enfoque fundamentalmente epidemiológico, de salud pública, de prevención de la enfermedad y de atención primaria.
No tengo información de las facultades agronómicas, en donde los hijos de los agricultores que vienen del campo también son rechazados si no aprueban el examen de admisión.
Es evidente que quienes están pagando los platos rotos, la ineficacia de la educación pública primaria y secundaria, son los muchachos rechazados y por tanto esa prueba aplicada en este contexto es discriminatoria y prohibida, por esa razón, por la Constitución de la República.
Pero hay otro asunto reprochable: si un chico no da bola para estudiar en la UNAH ¿por qué si puede ir a las privadas? ¿No es este un contrasentido que acarrea muchas dudas? Además, la UNAH no tiene constancia de la calidad de los egresados de las universidades privadas pues no somete a examen a sus egresados para validarles su título.
Hace un tiempo la UNAH creó el Centro Universitario de Estudios Generales con el objetivo de nivelar a los aspirantes durante un año. Pues yo creo que hay que continuar con esa política y darle una oportunidad a los jóvenes, con la advertencia de que si no se dedican, sino ponen tesón y entusiasmo, pues perderán la posibilidad que el país les brinda y deberán regresar a sus casas a prepararse con esfuerzo propio para volver a probar.
Pero la UNAH debe crear carreras técnicas preuniversitarias que pueden, en gran medida, ayudar a los jóvenes a adquirir habilidades para desempeñarse en la vida con honradez y con capacidad productiva.
Los padres de estos chicos deben organizarse a nivel nacional para quitar esa barrera que impide a sus hijos seguir adelante en sus estudios y el Congreso debe darle rápida aprobación a la moción presentada en ese sentido porque con eso no viola la autonomía, es la autoridad legislativa máxima. La autonomía la violan las autoridades de la UNAH, desde Ramos Sotos, que se han opuesto al derecho de la juventud a una carrera universitaria. Además, la refundación requiere de una universidad aliada con el cambio. La autonomía solo ha servido de refugio para quienes han manejado la UNAH como si fuese su propia hacienda, en detrimento del nivel que merecen los estudiantes.
Pero cerrarles las puertas a los muchachos por una falla de la que no son totalmente responsables es dejar sin castigo a quienes no enseñan adecuadamente y castigar a quienes solo aspiran a una vida mejor con un grado universitario.
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