25/04/2024
01:03 PM

El llamado del Cardenal

Francisco Gómez Villela

En la homilía del domingo 10 de octubre del presente año, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez habló sobre la falta de valores y de Dios en las vísperas electorales. Se refirió a aquellos que quieren tener “vidas de calidad con riquezas obtenidas en forma deshonesta, con tráfico de drogas y robos por doquier”. Que las personas buscan la riqueza a cualquier precio así vayan en contra de lo que dicta su conciencia. Se preguntó cuántos de los votantes conocen los Diez Mandamientos de la ley de Dios. Dijo conocer, por no decir seguir esos preceptos de vida.

El doble moralismo que destruye nuestra sociedad está presente no solo en el ambiente político, sino en la generalidad de la población. Las personas, consciente o inconscientemente, se aprovechan de cualquier situación que les favorezca para sus deseos, aún cuando no sean correctas, escondiendo su moralidad momentáneamente. Pero juzgan a los demás con dureza. En las redes sociales, en los grupos de WhatsApp, los días pasan inundados de mensajes moralistas y críticas a los corruptos, pero ¿cuánta honestidad hay en ellos?

Renegamos de los políticos y los acusamos de todo lo inimaginable, pero votaremos por aquel que es amigo o que signifique algún beneficio personal, eso es indudable.

Recientemente la Sociedad Civil y la Conferencia Episcopal se manifestaron airadamente contra las reformas a las leyes llevadas a cabo en el Congreso Nacional. Pero ¿quién votó por esos diputados? Nosotros.

La excusa de la generalidad es que la corrupción política es tan grande que es imposible ir contra ella, que su poder es tanto que cualquier esfuerzo por derribarla es inútil. Esa es una conducta muy cómoda. Para combatir la corrupción eficazmente debemos primero limpiar nuestra casa y tirar a la basura nuestra hipocresía.

En algún lugar alguien escribió esto: “Esta es una sociedad en la que la gente quiere dos policías, uno que ponga orden y otro que le dé un chance, quiere dos políticos, uno que sea incorruptible y otro que le apadrine; quiere dos códigos de ética, que mi esposa sea casta y pura y que la del vecino sea flexible. Tener un buen salario, pero no trabajar”.

El egoísmo moral, o egoísmo ético, es una doctrina ética filosófica que afirma que las personas deben obrar para su propio interés, y qué tal es la única forma moral de obrar.

Así somos aquí. Nos encanta decirnos “temerosos de Dios”, para dar una imagen de virtuosos, pero somos solapados.

Así interpreté el mensaje del Cardenal.