05/12/2025
07:40 AM

El hombre en guerra contra sí mismo

Renán Martínez

La guerra es tan antigua como la humanidad. El filósofo Thomas Hobbes sostenía que el estado natural del hombre es una guerra de todos contra todos.

Ello queda demostrado en las diferentes confrontaciones bélicas que han sucedido a lo largo de la historia, desde los enfrentamientos con rudimentarias lanzas hasta las actuales en las que una cabeza nuclear es capaz de causar mayor destrucción que la bomba atómica. Cualquier pretexto es valedero para iniciar una guerra, por ello las ha habido de todo tipo, pero sobresalen las que se han dado por religión o por expansión territorial.

Entre las más conocidas están la primera y segunda guerra mundial por la gran cantidad de personas que perecieron y las repercusiones que siguen teniendo.

Muchos enfrentamientos han sido continuos, como la guerra de Vietnam y otros en cambio son intermitentes, tal es el caso del conflicto árabe-israelí que se inició en 1947 con la creación del Estado de Israel. Hubo guerras pequeñas, pero no por ello intrascendentes, como la de los cien días que libraron los países hermanos, Honduras y El Salvador, aparentemente por un partido de fútbol. Además de las muertes absurdas hubo vejaciones contra población civil “enemiga” en ambos lados.

Afortunadamente, las heridas que el conflicto bélico causó, parece que cicatrizaron. Por su naturaleza bélica el hombre es el único ser viviente que se destruye a sí mismo. Ha invertido su inteligencia en desarrollar las más sofisticadas armas que han aniquilado a media humanidad a través de los años. No hay manera de hacerlo recapacitar.

Ni los animales salvajes forman ejércitos para atacar a otros de su misma especie. Algunas fieras devoran a indefensas criaturas, pero lo hacen sin meditación previa, porque no razonan, sino atendiendo a su instinto de supervivencia.

Los ataques inmisericordes de Rusia a Ucrania, son la más patética evidencia de la mentalidad destructiva del humano que aflora cuando quiere demostrar su poderío al mundo sin importarle cuántos inocentes perecen bajo la lluvia de artefactos nucleares.

Ante tal agresión el Papa Francisco ha dicho que no hay razones estratégicas que valgan para cometer una barbarie contra niños y civiles indefensos.

“Se debe cesar la inaceptable agresión armada antes de que reduzca las ciudades a cementerios. ¡En nombre de Dios, pido que detengan esta masacre!”, exhortó el Pontífice. Pero resulta que hasta los oídos cierra al humano la mala levadura que existe en él.