Entonces él abre su corazón al Universo y pide a Dios que lo inspire, de modo que cada golpe del enemigo sea también una lección de defensa para él.
Los compañeros comentan: “¡Qué supersticioso es! ¡Paró la lucha para rezar y respeta los trucos de su adversario!”. El guerrero no responde a estas provocaciones. Sabe que sin inspiración y experiencia, no hay entrenamiento que dé resultado.
El problema que se repite
Un guerrero de la luz nota que ciertos movimientos se repiten. Con frecuencia se ve ante los mismos problemas y situaciones que ya había enfrentado anteriormente. Entonces se deprime. Empieza a pensar que es incapaz de progresar en la vida, ya que los momentos difíciles se vuelven a presentar.
“¡Ya pasé por eso!” protesta a su corazón. “Es verdad, ya pasaste” responde elcorazón “Pero nunca sobrepasaste”. El guerrero entonces comprende que las experiencias repetidas tienen una única finalidad: enseñarle lo que aún no aprendió. Y a partir de ese momento empieza a buscar una solución diferente para cada lucha repetida, hasta que encuentra la manera de vencerla.
Eligiendo a los enemigos
Dice el poeta “el guerrero de la luz escoge a sus enemigos”. El guerrero sabe de lo que es capaz. No necesita andar por el mundo contando sus cualidades y virtudes. Sin embargo, como en el Viejo Oeste, a cada momento aparece alguien queriendo probar que es mejor que él.
El guerrero sabe que no existe “mejor” ni “peor”: cada ser tiene los dones necesarios para su camino individual. Pero ciertas personas insisten. Provocan, ofenden, hacen todo lo posible para irritarlo. En este momento, el corazón del guerrero dice: “no aceptes las ofensas, ellas no aumentarán tu habilidad. Te vas a cansar inútilmente”. Un guerrero de la luz no pierde su tiempo escuchando provocaciones: él tiene un destino a ser cumplido.
