Barcelona. En dos oportunidades he ido a pasar las fiestas de fin de año en Alicante.
A unos 550 kilómetros. Un poco más que de Tegucigalpa a San Pedro Sula.
La vía es una autopista de cuatro carriles, seis en algunos tramos para aminorar el flujo vehicular; recta, con suaves pendientes, carpeta asfáltica mayor, sobre la que circulamos a 120 kilómetros por hora. No vi un bache.
Y tiene un diseño que los ingenieros constructores hondureños no han identificado: que las vías importantes, no tienen sino salidas e ingreso a las ciudades por cuyas cercanías circulan, es decir, no hay acceso directo desde la vía a gasolineras, hoteles, comedores, ventas de artesanías o casas particulares.
Lo que si está bien perfilado es el ingreso a las ciudades que están entre Barcelona y Alicante. Y cuando una persona quiere abastecerse de combustible, comer o hacer alguna diligencia, debe ingresar a la ciudad; y, regresar por donde entró.
De este modo, el derecho de vía es respetado, los vehículos mantiene una velocidad constante; y no hay riesgo de atropellar animales.
Donde hay animales salvajes, previenen con anuncios visibles. No he visto una vaca ni siquiera pastando en estas tierras que se usan para la agricultura, regadas con un sistema alimentado por el río Duero, un caballo; ni un policía. O un pic-up.
Para mantener el límite de la velocidad, en lugares determinadas y comunicados a los automovilistas, hay radares para castigar a los infractores que, inmediatamente reciben en sus celulares, la foto de su vehículo; y en el momento en que el radar muestra que ha superado la velocidad legal establecida.
Siempre que viajo comparo lo que veo con lo que tenemos. Casi siempre las comparaciones son negativas al extremo que me pregunto que si fuera turista extranjero no viajaría a Honduras, porque no hay seguridad, las ciudades son caóticas y las carreteras - especialmente las que salen o llegan a la capital - verdaderos infiernos congestionados.
Elia Mercedes, dice: “papá, las ciudades tienen poco atractivo; pero lo mejor de Honduras son sus paisajes, playas, las Islas y las Ruinas de Copán”.
Por el articulo sobre el congestionamiento en Tegucigalpa y San Pedro Sula, donde mostré sus dificultades, un ingeniero me escribió: “Vinimos regresando a Tegucigalpa desde el Sur. Como apuntó en su artículo de hoy en La Prensa, el problema del congestionamiento vehicular es por todo el país.
En San Lorenzo, en Choluteca, en las carreteras nos encontramos con situaciones desesperantes, sin autoridad alguna que pueda auxiliar a los motoristas que no saben que hacer.
Esto unido a la invasión de vendedores ambulantes en las pocas calles principales que se tienen haciendo imposible transportarse en vehículo; o como simple peatón, por el peligro de ser atropellado. Estas localidades no son lo apacibles que conocimos como jóvenes; es otro ritmo, ciertamente vibrante; pero desordenado.
Por ultimo el abandono de mantenimiento de las principales carreteras. Se tiene que reconocer que el esfuerzo hecho para pavimentar la carretera del sur con concreto hidráulico puede desaparecer por falta de mantenimiento y limpieza del derecho de vía.
Es una vergüenza el tramo de la carretera Panamericana entre Choluteca y San Marcos de Colón por el completo olvido de esta importante vía que comunica todas las Américas. Igual sucede con las carreteras secundarias”.
Es inevitable comparar. Lo he visto. En las ciudades y carreteras no hay anuncios políticos o del gobierno. Solo uno que informa que el 40% de impuestos, “los invertimos en obras”. Cosa que se nota.
¿No hay políticos hondureños que puedan hacer algo?. O son parte, de un “Estado distante” que menosprecia a los ciudadanos.