La ciencia dice que el cáncer es un conjunto de enfermedades causadas por el crecimiento descontrolado de células anormales que pueden invadir y destruir tejido sano del cuerpo. Estas células se multiplican sin control formando tumores y tienen la capacidad de propagarse a otras partes del organismo a través de un proceso llamado metástasis.
Considero propicio comparar la violencia contra la mujer con el cáncer, pues dicha violencia nace como una pequeña célula cancerígena, es probable que quien la sufre no se percata de esas simples señales de abuso y maltrato, esos insignificantes gestos, prohibiciones, tonos de voz, cambios repentinos de humor, quizá un grito, un arrebato, entre otras cosas que la mujer simplemente quiere dejar pasar, ella decide pensar que solo fue un mal rato, carga laboral, estrés, hasta piensa que ella lo provocó.
Comportamientos del agresor que no parecen, pero sí son, y así muchas excusas que permiten a esa pequeña célula convertirse en un tumor maligno, la violencia contra la mujer.
La mujer sospecha de la existencia de un posible tumor, pero no quiere ver al médico, no tiene tiempo, no tiene dinero, no tiene ánimo, ella cree que quizá sea algo sin importancia y piensa a mí no me va a pasar, yo estoy bien, tiene temor. Así pasan los días y meses hasta que por fin decide ir al médico y se enfrenta con una metástasis, resultó ser demasiado tarde.
Igual sucede con el ciclo de la violencia contra la mujer, ella sabe que no es normal ni natural que su pareja le grite, arrebate objetos, le prohíba relaciones familiares o sociales, revisar su aparato móvil constantemente, que la siga, que la vigile, que la amenace, que maltrate a sus hijos (si los hay), la amedrenta con quitarle a los hijos o amenazas contra otros miembros de la familia, agresiones físicas y más.
Sin embargo, al igual que la visita al médico, en muchos casos, la mujer deja pasar el tiempo y con él los maltratos, informa de manera tardía a alguien de su familia, amiga, amigo, a las autoridades o simplemente decidió quedarse callada, sabiendo, o quizá no, que su pareja podría llegar a causarle lesiones graves o incluso provocarle la muerte.
Penosamente en nuestro país seguimos viendo actos atroces de violencia contra la mujer y contra otros miembros del entorno familiar. Existen grandes probabilidades de que estos actos de violencia se puedan evitar si, tan solo si, la víctima decidiera denunciar, si la mujer tuviese el valor de hablar, acercarse con decisión y determinación a las autoridades correspondientes y sin temor ni pena pedir auxilio.
Las células malignas del cáncer de la violencia contra la mujer tienen sus profundas raíces en el hogar, el entorno machista y de patriarcado que todavía impera en nuestra sociedad, familias disfuncionales, la migración, irresponsabilidad paternal, problemas económicos, entre muchos otros.
Las motivaciones por las que una mujer no denuncia a su agresor pueden ser diversas, sin embargo, nada le da derecho a nadie de causar daño, ningún tipo de violencia es aceptable entre seres humanos.
Es imperativo fortalecer a la mujer hondureña en educación y formación en estos temas, pero no hay que obviar que esas herramientas también deben llegar al hombre.
Necesitamos educar para transformar vidas desde nuestros hogares, escuelas y sociedad en general, debemos ser empáticos ante esta problemática y motivar a las víctimas o posibles víctimas a que puedan denunciar y buscar ayuda para evitar que esta violencia se convierta en un cáncer metastásico en sus vidas.
En este mes insigne de la lucha contra el cáncer de mama también es imperativo alzar la voz ante la violencia contra la mujer en todas sus formas.
No hay peor lucha que la que no se hace, y esta debe ser una que debemos enfrentar unidos como sociedad, ya que este mal, al igual que el cáncer de mama, está arrebatando injustamente y lamentablemente muchas vidas de mujeres valiosas.