En julio de 2025, Estados Unidos presentó su Plan de Acción en Inteligencia Artificial: una estrategia para eliminar barreras regulatorias, construir infraestructura masiva y liderar la diplomacia tecnológica global. Su mensaje es claro: quien controle el ecosistema más grande de IA definirá las reglas del juego económico y de seguridad del siglo XXI.
Mientras Washington y Pekín avanzan con inversiones y planes de largo plazo, en gran parte de Latinoamérica la inteligencia artificial sigue sin ser prioridad de Estado. En la región, las brechas de conectividad y la baja cultura digital amenazan con que la IA amplíe desigualdades en lugar de reducirlas. Honduras no cuenta hoy con una política nacional de IA ni con una estrategia sólida de gobierno digital. Los procesos públicos siguen anclados en la burocracia manual, y la infraestructura tecnológica es limitada. Esto significa que cualquier intento de implementar IA a gran escala partiría con desventajas críticas frente a países vecinos que ya están aplicando esta tecnología en salud, educación o seguridad.
Sin embargo, la IA representa una oportunidad de salto cualitativo. Bien implementada, puede agilizar trámites, mejorar diagnósticos médicos, personalizar la educación, optimizar patrullajes y prevenir fraudes financieros. Tras especializarme en IA aplicada a negocios, banca y seguros, he visto su potencial para detectar riesgos, ampliar la inclusión financiera y generar nuevos empleos especializados.
He desarrollado una hoja de ruta adaptada a Honduras que prioriza tres ejes: innovación y adopción acelerada, infraestructura digital y energética, y un marco normativo mínimo viable. Este plan contempla pilotos en sectores clave, programas de alfabetización digital y un Centro Nacional de Respuesta a Incidentes de IA. Acciones concretas que podrían ejecutarse en 24 meses. El desafío no es solo técnico, sino cultural y político. La IA debe ser política de Estado, no promesa de campaña. Los gobiernos que la adopten estratégicamente ganarán competitividad, transparencia y empleo; los que no, dependerán de tecnología y valores ajenos. La carrera ya empezó. En el siglo XXI no gana quien corre más rápido, sino quien decide correr a tiempo. Honduras aún está en la línea de partida. Es momento de dar el primer paso.