En Honduras es el caso de los niveles de pobreza, del deterioro de la salud y la educación, el crecimiento del desempleo y del sector informal, que no solamente obedecen a la pandemia per se, sino a otros ingredientes como la corrupción desbordante, que ha quedado en evidencia en estos momentos.
Cuando se trata de educación en tiempos de covid-19, invariablemente es necesario tratar sobre la brecha digital que impacta significativamente la capacidad de adaptación de los países.
En América Latina hay millones de personas que no tienen acceso a Internet, ni están capacitadas para usarla, ha señalado Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) subrayando que esta brecha “es el nuevo rostro de la desigualdad”.
La Cepal señala que 32 millones de niños están excluidos de la educación telemática o en línea al no tener acceso a Internet.
En Honduras se estima que 40 de cada 100 personas utilizan Internet fija o móvil, lo que equivale a 3.6 millones, de acuerdo con datos de 2019 de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) publicados por Diario La Prensa hace poco más de un mes.
No solamente es un tema de cobertura del servicio local, sino de la calidad de la transmisión de datos, que puede variar de un departamento a otro y que está relacionada no únicamente con la capacidad de las empresas que proveen este servicio, sino también del proporcionado a nivel internacional, considerando que el crecimiento de la demanda es global.
En otras palabras, no estábamos preparados para un crecimiento acelerado en la demanda del servicio, tal y como estamos viviendo.
Por otra parte, las condiciones de muchos hogares en Honduras dificultarían la inversión en la conexión a Internet. El Foro Social de la Deuda Externa (Fosdeh) ha señalado que “se estima que para finales de 2020 cerca del 70% de la población alcanzará niveles de pobreza; es decir que para 2021 tres de cada cuatro hondureños serán pobres”.
Ese es el escenario al que se enfrenta la educación pública en Honduras. Cómo lograr la retención educativa y el avance en la escolaridad son grandes retos, así como la formación docente para la educación digital; pero lo es aún más el avance en la calidad de la educación.
Por otra parte, la reactivación de la economía añade otro reto adicional: ¿quién velará por la educación de los niños hondureños una vez que los adultos regresen al trabajo pleno? La educación en línea trae consigo una mayor necesidad del involucramiento de padres de familia, tutores o responsables en los procesos educativos, especialmente cuando se trata de los niveles de prebásica y básica.
La situación del país es compleja, considerando que la educación es uno de los grandes pilares del desarrollo. Si antes de la pandemia ya enfrentábamos dificultades, ahora el escenario es más difícil.
a promoción automática del año escolar no sería una solución adecuada, pues únicamente aliviaría las estadísticas de país; pero las deficiencias en la educación recibida por miles de niños se verían reflejadas posteriormente, algunas muy difíciles de superar, como las relacionadas con la comprensión lectora y el desarrollo de la lógica matemática.
Este tema merece la atención de todos los sectores y un lugar especial en la discusión sobre el presente y el futuro del país. Es indispensable encontrar soluciones sostenibles, por encima de intereses políticos. Ojalá encontremos el camino.