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¿Delincuencial?

  • Actualizado: 23 octubre 2013 /

Esa riqueza que rodea a la expresión lingüística hace que los seres humanos se desarrollen en variedad de situaciones. La lengua permite al hombre penetrar en la conducta de sus semejantes y en algún momento -según sean sus intereses- es capaz de modificar el actuar de sus interlocutores. En muchas ocasiones, los hablantes, acaso por temor, timidez o por caricia léxica, aplican eufemismos que en realidad no son necesarios. En otras situaciones el hablante recurre a la elegancia oral, lo que propicia un buen ambiente para la recepción y decoficación del mensaje; ese marco de belleza comunicativa es gracias a la enorme variedad de formas expresivas que tiene el español. Todo esto no siempre es solo accesorio, sino necesario, toda vez que se haga un uso adecuado de tales formas.

En “Siempre y cuando pague a tiempo, usted no tendrá problemas” el sintagma “siempre y cuando” no tiene razón de estar en ese enunciado, se ve nada más como un refuerzo semántico de fondo decorativo. Es más adecuado: “Si usted paga a tiempo, no tendrá problemas”.

Le pregunto a una periodista amiga que cómo está y ella me responde: “Dentro de lo que cabe, bien”. Ese “dentro de lo que cabe” tampoco informa algo concreto, se considera como una idea abstracta; es solo una frase comodín que lo que indica no es más que un estado de ánimo decaído del emisor.

“Valió la pena sufrir por vos, pues al final supe que me adorabas” es una expresión de convencimiento y es muy válida más si el enamorado pasó hambre y tantas dificultades por mantenerse cerca de su amada. Pero hace unos días, un diputado aseguraba: “Vale la pena servir a mi gente desde el Congreso”, qué expresión más humillante, pues ese individuo muy claramente asegura que servir a la gente es una pena (tristeza, pesadumbre, aflicción, pesar, dolor, amargura). Es recomendable saber usar “vale la pena” para no caer en agravios, injurias o vejámenes en contra de la persona o comunidad con la que hablamos.

Se le pregunta al policía si sabe qué cantidad de dinero pagó la familia del secuestrado por rescatarlo. El agente contesta: “No conozco ese extremo”. La palabra extremo en su significado primigenio es “último” y por asociación mental es lo que está en su grado más intenso, elevado: “Hace un calor extremo”, además de otras acepciones, siendo una “asunto, materia que se estudia”. De ninguna manera saber minucias de un caso es un extremo, eso es un detalle nada más.

De la misma jerga policial ha surgido la macabra expresión “cementerio clandestino”. Inicialmente, cementerio es el lugar destinado a enterrar cadáveres. Pero por apariencia semántica es también el espacio en el que se acumulan objetos inservibles: “Cementerio de carros destartalados”. No se puede hablar de “cementerio clandestino” solo porque alguien decidió inhumar a sus víctimas en el primer lugar que considerara conveniente para evadir la justicia o por cualquier otro motivo; en estos casos se trata de entierros clandestinos, nada más.

Para que una palabra tenga soporte para su ingreso a la lengua -sea un préstamo o una conformación léxica del mismo idioma- es importante que su empleo describa con mayor exactitud conceptos que se han descrito con otro vocablo. “La Policía Militar atacará toda actividad delincuencial”, anunciaba un reconocido diputado nacionalista de Honduras. Me pregunto, ¿qué tanto aportará delincuencial a delictiva? Nada; por consiguiente, es suficiente y exacto el enunciado “La Policía Militar atacará toda actividad delictiva”.