Cuando nos encontremos por alguna razón en un parqueo público o tal vez esperando en la fila de un restaurante con autoservicio, propongo que olvidemos por un momento el teléfono celular y hagamos un poco de observadores.
Nos enfocaremos en las parejas que llegan o se van del lugar en sus vehículos. Con seguridad notaremos algo que hemos visto desde hace mucho, pero a lo que no hemos prestado demasiada atención precisamente por tratarse de algo ya “normal” para la mayoría: Él se baja primero, camina delante de ella, entra al lugar y parte sin novedad, nadie nota nada fuera de este mundo.
O, salen del lugar, él camina por delante de ella, entra al auto, ella sube de último, se van y ya. Nada que decir. ¿De verdad? Claro que hay mucho que decir si uno presta real atención al asunto.
Ellos ya no se toman el tiempo de abrirles la puerta del automóvil, de caminar detrás de ellas y ya no abren las demás puertas. Si tuviéramos las habilidades de invisibilidad de algunos súper héroes y los acompañamos, veremos que tampoco abren las sillas para sus acompañantes femeninas, ordenan antes y si es posible, comienzan a comer antes también.
No abren sus botellitas de agua, no les sirven el vino o refresco, no preguntan...está todo bien? ¿estás a gusto? Si el lugar está frío y él porta una chaqueta y ella no, probablemente tampoco se la ofrezca o sin preguntar se lo acomode en los hombros. Si ella se levanta por cualquier razón, no esperemos que él se levante de la mesa para abrirle la silla y que haga lo mismo cuando ella regrese, de verdad no esperemos esto, aún si estamos hablando de una cena en un lugar muy fino.
Cuando salgan, observaremos (finalmente seguimos siendo invisibles, recuerdan?) que él sale primero, sigue caminando delante de ella, no da la vuelta para abrirle la puerta del coche y cerrarla. No lo hace. Si seguimos en nuestro improvisado oficio de observadores también notaremos como en una buena parte de parejas que caminan por la acera, ellas van del lado de la calle, ese gesto de protección de cederles a ellas el lado interior, es inexistente. Ellas llevan las bolsas pesadas, cuando suben escaleras él va adelante, cuando las bajan, él va detrás de ella. Cualquier gesto de galantería, educación, consideración, o gentileza es inexistente aquí. Y claro que ninguna de ellas está exenta de responsabilidad al respecto ya que han permitido desde el inicio de la relación que se les trate así. Esto podría ser porque nunca lo vivieron ellas mismas en casa o porque se conforman con verlo únicamente en las novelas y películas, creyendo tal vez que la caballerosidad es otra de las fantasías que no van más allá de las pantallas. O quizás porque entienden que la amabilidad no puede ser obligada. Esto es algo que se hace con naturalidad o no se hace.
Afortunadamente la mayoría no son todos y claro que esos hombres “de película” siguen por ahí, atendiendo lo que aseguraba Cicerón: “Nada resulta más atractivo en un hombre que su cortesía, paciencia y su tolerancia”.