22/12/2025
09:31 PM

Conducta ética y vida cotidiana

Muchas veces cometemos el error de pensar que la conducta ética se manifiesta o se deja de manifestar solo en asuntos graves.

Roger Martínez

Muchas veces cometemos el error de pensar que la conducta ética se manifiesta o se deja de manifestar solo en asuntos graves.

Se juzga, por ejemplo, la falta de ética en un comportamiento cuando alguien se ha apropiado de un bien o de un valor que implica mucho dinero o se difama a alguien deliberadamente con el fin de obtener un beneficio personal, aunque se actúe con plena conciencia de que se está faltando a la verdad. De modo que se puede llegar a pensar que solo los grandes sinvergüenzas, los que roban o engañan por deporte, pueden considerarse ayunos de integridad o carentes de principios, de valores.


Pero lo cierto es que donde el proceder virtuoso se vuelve notable, y facilita la convivencia social, la coexistencia pacífica y civilizada, que son algunos de los fines de la conducta ética, es en la vida cotidiana, en el día a día, en la habitual rutina en la que nos movemos las personas.


Desafortunadamente, la misma falta de conciencia ética nos la va adormeciendo, nos va volviendo insensibles y termina por impedirnos percibir cuándo la estamos violentando, cuándo nos estamos comportando de manera poco humana, de forma tosca y poco civilizada.


Larga resulta la lista de comportamientos antiéticos con los que nos topamos en la vida cotidiana, y que son claras faltas de cortesía, de educación, de respeto a unas normas que hacen posible la interacción entre las personas en los distintos ámbitos en los que se desenvuelven diariamente. Hablo, para el caso, del que se adelanta a ocupar un estacionamiento cuando es evidente que ya hay otra persona esperando a que se desocupe, me refiero a aquel que tira, desde su carro, basura hacia la calle, hablo del que conduce su vehículo en contra de la dirección autorizada con el fin de ahorrarse unos minutos o por comodidad, aunque ponga en peligro su propia vida o la de los demás, me refiero al que se mete a la fila, al que no espera su turno, al que nos quita el derecho de vía y encima nos insulta, al que llega usualmente tarde a una cita y ni siquiera se disculpa, al que no nos cede la palabra o nos interrumpe con frecuencia. Todos los anteriores son ejemplos de conductas antiéticas, de carencia de virtudes humanas, de falta de valores.


Y la vida buena, la vida civilizada, la vida serena, aquella de la que habló Aristóteles hace dos mil quinientos años, no está compuesta de situaciones extraordinarias, en las que, también de manera extraordinaria, debemos mostrar nuestro músculo ético, sino, más bien, en el día a día, en el transcurrir de las horas que gastamos entre la familia, entre los colegas, entre los amigos o entre desconocidos, que también merece nuestra consideración, nuestro respeto.