24/06/2025
11:34 PM

Todo en su contra, pero…

Un asunto digno de reflexionar es el crecimiento asombroso que tuvo el cristianismo en los primeros siglos de nuestra era, pese a que tenía todo para desaparecer rápidamente.

Jibsam Melgares

Un asunto digno de reflexionar es el crecimiento asombroso que tuvo el cristianismo en los primeros siglos de nuestra era, pese a que tenía todo para desaparecer rápidamente. Don Cecilio Arrastía nos invita a considerar lo siguiente. Un carpintero pobre, sin posesiones privadas, recluta doce hombres pobres, sin estudios ni prestigio. Uno de ellos lo traiciona, otro lo niega, dos buscan las posiciones de privilegio y uno más es escéptico. Finalmente, en una aparente expresión de derrota, el carpintero es crucificado. Sin duda, un comienzo difícil.

Como si todo esto no fuera suficiente, el imperio romano persigue a este pequeño grupo de creyentes que se mantienen ilusionados con la cruz y la resurrección de su Señor. Son llevados al circo romano donde la burla, la tortura y la muerte los esperan. Las catacumbas los cobijan. Son despreciados y marginados. Para colmo, la sociedad romana pese a ser muy libertina era, paradójicamente, muy religiosa, con su panteón de dioses, su religión imperial y sus religiones locales y cultos mistéricos. Definitivamente, la aniquilación debió ser el destino final de esta incipiente comunidad de fe. Pero no fue así. ¿Por qué?

Se pueden presentar varias respuestas a este interrogante. Sin embargo, destacamos una: el amor (Juan 13:35). En la iglesia cristiana las personas encontraban satisfacción a su profunda necesidad de saberse y sentirse amados. El amor de Dios, reflejado en la vida de los creyentes, era el elemento que aglutinaba y atraía a las gentes de todas las castas sociales. Y no solo era una realidad al interior de la comunidad de fe, sino que se desbordaba hacia la sociedad misma llevando alivio y consuelo a aquellos que eran considerados desecho social, como ser los huérfanos y los enfermos.

Queda claro, entonces, que la fuerza y el impacto de la iglesia cristiana no se basa en lo grande de su edificio, en la amplitud de su presupuesto o en el carisma de sus líderes, sino en el amor que prodiga. Y en estos tiempos de tanto sufrimiento es cuando más debe hacerse sentir.