25/04/2024
06:07 AM

Caudillismo

Henry Asterio Rodríguez

Continuamos analizando el comunicado de la Conferencia Episcopal de Honduras (CEH) publicado el pasado 13 de octubre: “Elecciones Generales 2021- El bien de Honduras es más importante que el bien de tu partido”. Quiero detenerme en la referencia al “caudillismo” que los señores obispos hacen en el segundo apartado.

Por caudillismo tradicionalmente se había entendido al fenómeno político social que surgió durante el siglo XIX en Latinoamérica, que se asocia a líderes carismáticos, hombres de armas, de personalidad fuerte, grandes oradores y populares entre las masas, que ascendían al poder por medio de la fuerza, a través de golpes de Estado, revoluciones, alzamientos armados, etc., y a quienes se les atribuía la capacidad de “resolver” los problemas de la nación.

La gran diferencia con los caudillos del siglo XXI es que, debido a la comunidad internacional y la necesaria participación en el concierto de las naciones, estos se han visto obligados a acceder al poder “sometiéndose” al sistema de elección democrática, para después someter a la democracia a sus intereses.

Este triste panorama se ha repetido en los últimos 20 años en Latinoamérica, auspiciado por el cansancio y el hartazgo de los pueblos que, debido a la impunidad, la corrupción y la ineficacia de sus gobiernos, promueven la aparición de “falsos Mesías políticos”.

Estos personajes son nuevos “caudillos” que, aprovechándose del desánimo de la gente, la necesidad de un cambio y la esperanza, han logrado que las mayorías cedan su voto a “alguien” que promete casi un “paraíso”, eso sí, a cambio de que más tarde se ponga en sus manos la institucionalidad del país para asegurar la perpetuidad en el poder.

Lo peor de este tipo de falso liderazgo político es que, como está patrocinado por la desesperación del pueblo, se vale de la ceguera del ciudadano, que ve en este presunto líder la oportunidad de sacar “al otro” que está en el poder, pero sin medir las consecuencias de algo que terminará siendo tan solo un cambio de verdugo. Y es que tristemente, y los datos lo demuestran, aquellos países latinoamericanos que buscaron un “mesías” se han tenido que conformar con un “Herodes”, que se termina burlando del pueblo, o con un “Pilatos”, que se lava las manos en tiempo récord, culpando a los gobiernos del pasado de su incapacidad para cumplir las promesas.

Nuestros vecinos han contemplado con dolor cómo sus “caudillos” han llevado a países con posibilidad de prosperar, de la pobreza ya existente, a la ruina y el desastre absoluto.

Y es que la desesperación nos lleva incluso a pensar que el desastre es un riesgo que debemos correr; sin embargo, ante un dilema moral de semejantes consecuencias para el futuro, urge recurrir al principio moral de elegir el mal menor que dice que: “Cuando se prevén males inevitables, es preferible permitir mediante nuestra decisión aquel de ellos que es el menor para evitar el mayor”.

En sentido estricto, este principio significa que cuando en apariencia todas las posibles decisiones que se pueden tomar son malas, y no puede evitarse decidir, hay que hacerlo por lo menos malo. A lo mejor este sea nuestro caso en las próximas elecciones.