07/11/2024
12:35 AM

Brasil perdió el Mundial

Todavía falta mucho para que termine la Copa Mundial, pero no es demasiado pronto para declarar que el Mundial ha sido un fracaso para Brasil: el país se ha perdido una oportunidad de oro para modernizar su imagen, presentarse como una potencia emergente en el campo tecnológico, y transmitir la idea de que es mucho más que la nación del carnaval, la caipiriña, la samba y el fútbol.

He aquí algunas historias que nos han contado los más de 5,000 periodistas de 70 países que han viajado a Brasil a cubrir el Mundial de Fútbol, y que en las últimas semanas —antes de que se iniciara el torneo— han escrito extensamente sobre el país:

• Brasil es uno de los principales fabricantes de aviones del mundo. Su empresa aeronáutica Embraer es el líder mundial en la producción de aeronaves de pasajeros de tamaño mediano, y le vende aviones a American Airlines, United Airlines, Air France, Lufthansa y casi 80 otras aerolíneas comerciales.

• El instituto brasileño Embrapa es uno de los centros de investigación agrícola más importantes del mundo. Entre otras cosas, ha desarrollado una planta de soja adaptable a suelos ácidos que ha contribuido a que Brasil sea uno de los mayores exportadores del mundo de esa leguminosa.

• Brasil lanzó recientemente un ambicioso programa llamado “Startup Brasil”, que ofrece a empresas tecnológicas nacionales y extranjeras recién fundadas, conocidas como “Startups”, unos $100,000 de ayuda gubernamental, más oficinas gratuitas. La idea es crear un “Silicon Valley” brasileño, y ya se han postulado cientos de emprendedores tecnológicos estadounidenses y europeos, según los directivos del programa.

• También recientemente Brasil inició su programa “Ciencia sin fronteras”, que enviará a 101,000 estudiantes universitarios a hacer estudios de posgrado y doctorados en universidades de Estados Unidos y Europa. El programa apunta a lograr que Brasil, que ya produce 10,000 doctorados por año, tenga más especialistas entrenados en el extranjero, especialmente en ciencias e ingeniería.

• A principios de este año, el Congreso brasileño aprobó un ambicioso Plan Nacional de Educación a largo plazo, para aumentar la inversión pública en educación hasta el 10% del PBI durante los próximos 10 años. En comparación, la mayoría de los países invierte el 4% o 5% de su Producto Bruto Interno en esa área. El plan está a la espera de la firma de la presidenta Dilma Rousseff.

Es probable que estas y otras medidas ayuden a Brasil a convertirse en una formidable potencia tecnológica emergente. Pero, desafortunadamente, el Gobierno ha hecho poco para promocionarlas durante el Mundial.

Es cierto que es difícil para Rousseff proyectar una imagen de potencia tecnológica emergente cuando hay protestas en las calles, y cuando muchos estadios estaban sin terminar en momentos de iniciarse el torneo de fútbol.

Pero Rousseff podría haber aprovechado los días anteriores al mundial para hacer anuncios sobre educación, ciencia y tecnología, y podría haber creado eventos mediáticos como llevar al equipo nacional a los principales centros tecnológicos del país, para llevar allí a la prensa extranjera.

Y el Gobierno podría haber sugerido un logo más futurista del Mundial de Brasil, que enfatizara el potencial económico del país. El emblema de la Copa del Mundo 2014 muestra tres manos —en rigor, parecen tenedores de ensalada— que convergen alrededor de una pelota de fútbol, que transmiten la idea de amistad y unidad. Eso está muy bien, pero no le agrega nada a la imagen que ya tiene Brasil de ser un país cálido y amigable.

Simon Anholt, un consultor británico que publica un ranking anual sobre la imagen de los países en el mundo, me dijo que Brasil tiene una imagen internacional buena, pero “blanda”.

“Brasil es un país considerado como decorativo, pero que no sirve para mucho”, me dijo Anholt. “Eso es malo para el país porque limita su potencial económico”.

Mi opinión: Brasil aún puede ganar la Copa del Mundo, y las celebraciones de los días siguientes no perjudicarían su imagen. Por el contrario, los bailes en las calles harían que aún más gente piense en Brasil a la hora de decidir adónde ir de vacaciones, o qué música escuchar.

Eso sería simultáneamente un triunfo y una tragedia para Brasil. La tragedia sería que Brasil ha perdido una magnífica oportunidad para proyectarse como algo más que el país de las grandes fiestas ncasatgu@cedoh.org menos.