05/12/2025
07:00 AM

Asumir las consecuencias de los actos

Roger Martínez

La axiología, esa rama de la filosofía que estudia el mundo de los valores, nos enseña que un deber inexcusable que nos impone la virtud de la responsabilidad es la de asumir las consecuencias de las propias acciones. Es decir: los actos buenos y los actos malos que podamos acometer en la vida tienen siempre consecuencias, y aquel que los realiza debe poseer, justamente, la entereza de responsabilizarse de lo que venga después.

Sucede, muchas veces, que cuando alguien comete un error o realiza una acción cuyas consecuencias resultan negativas, casi inmediatamente vuelve su mirada alrededor para buscar culpables, para no asumir sus propios yerros. Y esto no sucede solo con los niños, cuya inmadurez de alguna manera los justifica, sino con gente mayor que uno supone tiene la honestidad necesaria para dar la cara cuando hace falta.

Hay un antiguo adagio popular, un refrán, que reza: “a lo hecho, pecho”, que, precisamente, nos señala que cuando ejecutemos una acción debemos tener la hombría de bien de “poner el pecho”, de no escabullirnos cuando nos toca estar presentes.

La cobardía, ese vicio que nos lleva a escondernos o a acusar a otros de nuestras faltas, como todos los vicios, es poco digna, y se opone frontalmente a la virtud de la fortaleza, que nos procura constancia y firmeza en la búsqueda del bien.

Evidentemente, hay que sobreponerse al miedo o a la vergüenza para “poner el pecho” cuando hemos hecho una “trastada”, cuando la “hemos regado” como dicen los mexicanos, pero es lo que más conviene, es lo mejor. Cuando se hace acopio de valor para dar la cara, la personalidad se enrecia y los demás ven en nosotros personas en las que se puede confiar.

Si hay epíteto que duele y del que todo individuo que aspira a ser respetado huye es el de irresponsable. Y, justamente, el irresponsable es aquel que “tira la piedra y escode la mano”, el que, para poner un ejemplo muy común, posterga una labor y luego culpa a otras personas, a las circunstancias, a la falta de medios, al sol o a la lluvia, de la falta de cumplimento de la tarea encomendada.

Cuando se busca la integridad, cuando se desea ser una mujer o un hombre sin fisuras, es fundamental ejercitar la responsabilidad. Para eso hay que cumplir con la palabra empeñada, hay que reconocer virilmente los errores y, lo digo una vez más: asumir las consecuencias de nuestros actos.