En las últimas semanas la hondureñidad ha estado sometida a sesiones de aprendizaje intensivo, lecciones inobjetables de conciencia ciudadana, cargadas de sorpresa y también de frustración.
El escenario político nos tiene en incertidumbre, en virtud de las más recientes experiencias, que se relacionan con el rumbo no solamente de una política exterior algo errática, que parece no tener consideraciones sobre el impacto tanto a nivel internacional, como local.
No vale la pena repasar la serie de situaciones complejas que hemos visto desfilar en las noticias, tan discutidas y opinadas.
Los acontecimientos nos deben llevar a reflexionar y de manera especial, a aprender de lo vivido. Reconozcamos algunas de esas lecciones.
Seguramente ahora apreciaremos más el valor de la palabra y su consistencia a través del tiempo. La congruencia es fundamental para establecer relaciones de confianza.
Ningún viento se lleva las palabras, especialmente en el mundo digital, que nos permite contrastar con exactitud. De ahora en adelante, no bastará generar vínculos emocionales para captar seguidores, sino demostrar que se es digno de confianza.
Recuerdo que, siendo yo aún muy joven, escuché al doctor Carlos Roberto Reina, entonces candidato a la presidencia de la República, por el Partido Liberal, en uno de los pocos debates presidenciales sustanciales que hemos visto, expresando con firmeza: “por sus hechos los conoceréis”, parafraseando un versículo bíblico, frente al candidato del Partido Nacional, abogado Oswaldo Ramos Soto.
Han transcurrido muchos años desde entonces y a pesar de eso, la contundencia de aquel mensaje sigue muy presente para mí. Quizás por eso, aspiro a que los jóvenes de ahora recuerden siempre esta lección vivida.
En estos días, también hemos aprendido que la dignidad y el amor por la patria están por encima de cualquier partido o ideología política y que, precisamente por ello, estamos obligados a considerar nuestras fortalezas y debilidades antes de comprometer nuestros apoyos.
Eso significa que la conducción de la política exterior debe considerar el interés nacional, por encima del interés particular, para que sea representativa de toda una nación.
Debemos comprender que en el escenario internacional las asimetrías pesan y que antes de responder con visceralidad, tan alejada de la diplomacia, debe prevalecer el riguroso análisis de la propia realidad.
¿Cuál es la mayor fuente de cooperación para el desarrollo? ¿De dónde proviene la mayor parte de la inversión extranjera directa? ¿De qué factores depende nuestra débil economía? Por supuesto que es válido ser dignos, lo que no es válido es poner en riesgo el presente y el futuro compartidos.
Los ciudadanos de este país ubicado en el corazón de América debemos aprender, sobre todas las cosas, que no vale la pena perder vínculos familiares y de amistad por divergencias políticas. Que el amor por Honduras va más allá de invertir nuestras fuerzas en rumiar el pasado y acrecentar nuestras diferencias.
La hondureñidad tiene la obligación de aprender a aceptar que hay personas buenas y malas en todos los partidos, en todos los lugares, a no generalizar. Que las ideologías políticas no se conviertan en barreras infranqueables, porque después de todo, en la diversidad de criterios es donde encontramos una mayor fuente para las soluciones a los grandes problemas.
El aprendizaje intensivo es duro, pero eficaz. El resultado debe ser un criterio más amplio y una mayor apertura a buscar nuestro propio destino, tomando en cuenta las características y necesidades de nuestra nación, noble, trabajadora y merecedora de un mejor futuro. Lección recibida.