The New York Times
Por: David Segal/The New York Times
PALM BEACH, Florida — En Palm Beach no hay mapas a las estrellas. Se necesita un guía, y Dana Koch lleva 22 años vendiendo bienes raíces allí.
“Howard y Beth Stern viven aquí”, dijo, señalando una puerta. “Pagó unos 50 millones de dólares por ella hace años. Ahora vale 200 millones”.
El cantante Jon Bon Jovi vive allí. Ese terreno perteneció a Jeffrey Epstein, cuya casa fue demolida.
Estos han sido meses muy ajetreados para Koch, de 52 años. Palm Beach alberga el club privado del Presidente Donald J. Trump, Mar-a-Lago. Tras las elecciones de noviembre, se firmaron contratos de propiedades por valor de 100 millones de dólares en una semana.
Las ventas de viviendas unifamiliares aumentaron 67 por ciento entre noviembre y mayo en comparación con el mismo periodo el año anterior. Esto tuvo poco que ver con Trump, dicen los agentes inmobiliarios. La mayoría de las compras fue realizada por personas que esperaban claridad sobre la economía tras las elecciones.
Pero durante años, celebridades y multimillonarios del entorno de Trump se han mudado a la zona, una de las más caras del mundo. Sylvester Stallone gastó 33.5 millones de dólares en una propiedad junto al mar en el 2020.
Pero el verdadero impacto económico y cultural de la segunda Administración Trump es la ruidosa afluencia de jóvenes republicanos parranderos, buscafavores y políticos que han alterado el ecosistema social.
Membresía a un millón de dólares
Trump ha desempeñado un papel clave en las sumas exorbitantes de los bienes raíces, aunque indirectamente. Durante su primer mandato, firmó una ley que limitaba la cantidad de impuestos estatales y locales que podían deducirse de los impuestos federales. Para las personas con alto valor neto, mudarse a un Estado sin impuesto estatal sobre la renta representó millones de dólares.
Durante décadas, Palm Beach fue un reducto de familias adineradas. Muchos residentes afirman que una corriente de antisemitismo de club campestre llevaba años arraigada en la Ciudad.
Luego Trump compró Mar-a-Lago en 1985 y lo convirtió en un club de socios una década después. Acogió con agrado a cualquiera que pudiera pagar la cuota de inscripción de 25 mil dólares.
“Se convirtió en un club mayoritariamente judío”, dijo Laurence Leamer, autor de “Mar-a-Lago: Inside the Gates of Power at Donald Trump’s Presidential Palace”.
También se convirtió, muy pronto, en el lugar más animado de la isla.
Después del 2016, y del inicio del primer mandato de Trump, los lugareños descubrieron que Mar-a-Lago estaba abarrotado de gente que no era de su agrado. Conseguir una reserva para cenar se convirtió en una tarea. Muchos de la vieja guardia renunciaron, reemplazados por el nuevo contingente. Hoy, la cuota de inscripción es de un millón de dólares, reporta Bloomberg, y la mansión está más concurrida que nunca.
“Todos intentan acercarse al Presidente y a su círculo íntimo”, dijo Melissa Rein Lively, fundadora y directora ejecutiva de America First PR.
La gente que apoya a MAGA no es precisamente bienvenida en la isla.
“Es como convertibles nuevos, uñas postizas, senos falsos, cabello falso, ojos falsos y joyas enormes”, dijo Celerie Kemble, una decoradora de interiores que prefiere sus recuerdos de un lugar lleno de pies descalzos y autos llenos de arena.
Las diferencias no son sólo estéticas. Cientos de organizaciones sin fines de lucro acuden anualmente de noviembre a mayo. El calendario está repleto de oportunidades para arreglarse y firmar un cheque. Pero donar a causas locales no políticas, como museos y hospitales, no es una prioridad para muchos seguidores de Trump, dijo Leamer.
En la Avenida Worth, una de las grandes zonas comerciales más prestigiosas del mundo, las ventas de ropa, joyas y demás aumentaron 30 por ciento de diciembre a mayo comparado con el mismo periodo el año anterior, dijo Marianna Abbate, del Luxury PR & Hospitality Group, que realiza encuestas a minoristas. Añadió que la gran mayoría de los compradores vivía en otros lugares.
En Palm Beach, los republicanos superan a los demócratas en una proporción de dos a uno.
Independientemente de los MAGAs visitantes por un día, muchos republicanos aquí todavía tienden a ser conservadores más tradicionales. Algunos ven con desagrado el ataque de Trump a las corporaciones, los bufetes de abogados y los aliados europeos. Pero se beneficiarán de gran parte de la agenda del Presidente, como los recortes de impuestos para los ricos, y su isla seguirá prosperando.
“Creo que este poblado está un poco consternado respecto a sí mismo”, dijo Kemble. “Pero la realidad es que aquí todos están a salvo gracias a su dinero”.
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