The New York Times
Por: Michael D. Shear/The New York Times
LONDRES — La adulación fue obvia y efectiva. El 7 de julio, durante una cena en la Casa Blanca, Benjamin Netanyahu, el Primer Ministro israelí, le entregó un papel al Presidente Donald J. Trump.
“Quiero presentarle, Señor Presidente, la carta que envié al comité del Premio Nobel”, dijo, mientras las cámaras grababan el momento. “En ella se le nomina para el Premio Nobel de Paz. Es bien merecido y debería recibirlo”.
Trump calificó el gesto de “muy significativo”, aunque desde hace tiempo ha dicho que cree que el comité nunca le otorgaría el premio.
Fue la prueba más reciente de que muchos líderes mundiales le han hallado la cuadratura a Trump. Colmar de elogios al Presidente estadounidense es la mejor manera de manejarlo.
Tras haberlo llamado “bully” en una ocasión, Mark Carney, Primer Ministro de Canadá, elogió efusivamente el mes pasado “su liderazgo personal de Estados Unidos”. Mark Rutte, secretario general de la OTAN, envió un mensaje privado a Trump elogiando “su acción decisiva en Irán, que fue verdaderamente extraordinaria”. Trump lo hizo público al día siguiente.
Incluso Volodymyr Zelensky, el Presidente ucraniano quien sufrió una acalorada discusión en la Oficina Oval en febrero, ha trabajado para reparar su deteriorada relación con el líder estadounidense. Una reunión entre ambos en el Vaticano en abril fue mucho más fluida.
El 7 de julio, Trump acordó reanudar los envíos de algunas armas a Ucrania, que se habían suspendido apenas una semana antes. El cambio de postura se produjo tras una llamada telefónica con Putin que Trump calificó de decepcionante.
Arte diplomático
Sam Edwards, profesor asociado de historia política moderna en la Universidad de Loughborough, en Gran Bretaña, afirmó que Trump ha transformado la diplomacia. “A menudo hemos pensado en la diplomacia como una tarea enorme y amplia: de instituciones que se conectan entre sí”, afirmó. “En este caso, le ‘hacen la barba’ al hombre”.
Sin embargo, analistas políticos y diplomáticos afirman que “hacer la barba” con declaraciones públicas de admiración no siempre funciona, particularmente con un líder cuya toma de decisiones suele ser voluble.
Halagar el ego del Presidente no ha puesto fin a la guerra en Gaza. En Europa, la guerra en Ucrania continúa sin señales de la paz que Trump prometió le tomaría sólo 24 horas implementar. Y algunos aranceles siguen vigentes a las exportaciones británicas a EU, incluso después de que Keir Starmer, el Primer Ministro británico, sellara un acuerdo con Trump, en parte mediante la entrega de una invitación real.
Yolanda Spies, ex diplomática sudafricana y directora del Programa de Estudios Diplomáticos de la Universidad de Oxford, afirmó que la adulación ha sido parte integral del arte diplomático desde hace mucho tiempo, pero que las interacciones más personales solían ser privadas.
“Ahora hay que tener mucho cuidado, porque cualquier cosa que se le envíe será pública”, dijo sobre las relaciones con Trump. “Significa un nuevo paso en el juego de la adulación”.
Spies afirmó que Zelensky ha cambiado drásticamente su forma de interactuar con el líder estadounidense. “Ahora, antepone cada declaración con su agradecimiento a Estados Unidos”, afirmó.
Netanyahu no ha sido el único en apelar al deseo de Trump de recibir el Premio Nobel de Paz. El Gobierno de Pakistán nominó a Trump en junio, citando la “decisiva intervención diplomática” del Presidente durante un brote de violencia entre el País e India.
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