The New York Times
Por: Sarah Scoles/The New York Times
Milán se ubica a unos 16 mil kilómetros de la Estación McMurdo, el principal puesto de avanzada de Estados Unidos en la Antártida. Pero de finales de junio a principios de julio, representantes de 58 naciones se reunieron en esa ciudad italiana para conversar sobre el presente y el futuro del remoto continente.
Preguntas difíciles se cernían sobre la reunión: ¿Seguirá siendo el continente más austral un espacio para la ciencia y la paz? ¿O se convertirá en otro objeto de competencia territorial entre grandes potencias?
La Antártida se rige por el Tratado Antártico, vigente desde 1961, que estipula que es un refugio para la paz y la ciencia, con actividad militar vetada y el medio ambiente protegido. El documento promueve la colaboración internacional y deja de lado los reclamos territoriales de siete países, que han acordado no actuar en relación con la propiedad que reclaman.
Desde la firma del tratado, el conflicto se ha mantenido más al norte. “Se le conocía como excepcionalismo antártico”, declaró Jeffrey McGee, profesor de derecho y experto en el Tratado Antártico en la Universidad de Tasmania.
Sin embargo, ese precedente recientemente ha comenzado a verse afectado. El mundo, dijo McGee, vive una zozobra y sus principales actores —Estados Unidos, Rusia, China— también son grandes jugadores cerca del Polo Sur. “Seríamos un poco ingenuos si pensáramos que esto no afectará al sistema del Tratado Antártico ni a la región antártica”, añadió.
Potencial de conflicto
China y Rusia están trabajando en la expansión de sus propias instalaciones científicas en la Antártida, y algunos expertos sospechan que la infraestructura de ambos países podría tener usos no pacíficos. Un comité de la Cámara de los Comunes británica ha cuestionado el propósito de los estudios sísmicos rusos, sugiriendo que representaban una posible prospección petrolera, en lugar de exploración científica.
Con el regreso del Presidente Donald J. Trump a la Casa Blanca, el enfoque de EU hacia la Antártida podría cambiar. La Fundación Nacional de Ciencias (NSF) —la principal agencia que financia y supervisa las actividades en la Antártida y en el Ártico— propone importantes recortes a la investigación científica polar para el 2026. Alrededor del 70 por ciento del presupuesto para ambos polos podría desaparecer.
Dado que la ciencia y la presencia civil son las principales vías por las que Estados Unidos ejerce su poder en la Antártida, la retirada de la investigación genera inquietud en algunos socios del tratado.
Estados Unidos, que cuenta con la mayor estación de investigación y es el único país con una base en el Polo Sur geográfico, ha sido un líder en la región.
Los recortes propuestos por EU al gasto en infraestructura son menos drásticos que para la investigación, pero retrasarían mejoras y ampliaciones planeadas a las instalaciones y retirarían del servicio al último barco de investigación estadounidense dedicado al continente.
Cassandra Eichner, vocera de la Fundación Nacional de Ciencias, afirmó que la agencia mantiene su compromiso de garantizar que el Programa Antártico de Estados Unidos “mantenga una presencia estadounidense activa e influyente en el continente antártico que facilite la investigación científica de vanguardia”.
Evan Bloom, ex funcionario del Departamento de Estado que encabezó las delegaciones de EU a las reuniones del Tratado Antártico entre el 2006 y el 2020, dijo, “Si China está en ascenso y EU se mantiene inmóvil o reduce sus capacidades, se interpretará como que China ocupa nuestro lugar”.
A otros países les preocupa una retirada de Estados Unidos, en parte por razones políticas y en parte porque colaboran con Estados Unidos en investigación.
La dinámica ya estaba cambiando. A los observadores les preocupaba si las recientes actividades de China y Rusia caían plenamente dentro del mandato de “paz y ciencia”.
Los parlamentarios británicos también han señalado que “la tensión geopolítica y la perspectiva de posibles reservas minerales están poniendo a prueba la paz y la protección del medio ambiente en la Antártida”.
Ryan Burke, veterano del Cuerpo de Marines de Estados Unidos y actual profesor civil de estudios militares y estratégicos en la Academia de la Fuerza Aérea de EU, estudia seguridad y geopolítica en los puntos más septentrionales y meridionales del planeta. La Antártida, afirmó, enfrenta reclamos territoriales contrapuestos y una abundancia de valiosos recursos naturales.
En su opinión, el excepcionalismo antártico no está garantizado a perpetuidad, y existe un verdadero potencial de conflicto.
“Decir que eso no ocurrirá en la Antártida, es ignorar la potencial realidad”, dijo.
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