La despoblación global se acerca, pero no resolverá los problemas

El mundo comienza a despoblarse, sin embargo los expertos advierten que este cambio no resolverá los grandes desafíos globales.

  • 03 de julio de 2025 a las 15:36 -
The New York Times

Por: Michael Geruso y Dean Spears/The New York Times

Todos hemos oído que la sobrepoblación humana es una crisis. En la mayor parte del mundo, la tasa de natalidad está actualmente por debajo del promedio de dos nacimientos por cada dos adultos necesario para estabilizar la población. De acuerdo con proyecciones de las Naciones Unidas, la población mundial estará disminuyendo para la década del 2080. Entonces, el cambio podría darse rápidamente: una población que se reduce en dos tercios cada siglo. Eso es lo que ocurriría en un futuro en el que, por cada dos adultos, hubiera 1.5 niños.

La despoblación puede parecer bienvenida. Es cierto que las personas causaron los problemas ambientales actuales. Y es correcto priorizar los retos del cambio climático, la pobreza global y la desigualdad. Pero las tasas de natalidad a la baja no son la solución a los problemas de nuestro mundo. Enfrentar el cambio climático requiere que miles de millones de personas vivan de manera diferente. No requiere que miles de millones de personas en el futuro nunca vivan.

En las últimas décadas, se han logrado avances en prioridades ambientales como la contaminación atmosférica por partículas, el agotamiento del ozono estratosférico y la lluvia ácida. En cada caso, el progreso se debió a la eliminación o modificación de la actividad destructiva de las personas. No a las personas.

En el 2013, con el crecimiento de la población china y la industrialización de su economía, la contaminación atmosférica por partículas procedentes de incendios, centrales a carbón y vehículos oscureció el cielo. La Embajada de Estados Unidos calificó la calidad del aire en el centro de Beijing en 755, en una escala de 0 a 500.

En la década siguiente, China creció en aproximadamente 50 millones de personas. Sin embargo, la contaminación atmosférica se redujo a la mitad. Las autoridades implementaron nuevas regulaciones y requisitos para las centrales eléctricas de carbón y la industria pesada. El Gobierno destinó nuevos recursos a la supervisión y el cumplimiento de la normativa. Muchas fábricas y centrales eléctricas contaminantes adoptaron tecnologías más limpias. Otras fueron cerradas.

"Saltarse una generación"

La exposición promedio global a la contaminación atmosférica por partículas ha disminuido en la última década, incluso cuando la población mundial creció en más de 750 millones de personas. Estos datos desafían la vieja y arraigada idea, popularizada en gran parte por el exitoso libro de Paul R. Ehrlich de 1968, “La Explosión Demográfica”, de que la manera de reducir la contaminación es reducir la humanidad. El libro de Ehrlich declaró que las únicas opciones eran “controlar la población o una carrera al olvido” y planteó la idea de incluir esterilizantes en los suministros públicos de agua.

Aunque el temor a la sobrepoblación aún persiste en el debate público, la mayoría de los líderes ambientales ha dejado atrás la idea de que el “control poblacional” sea la solución.

Por supuesto, alguien podría decir que, ante un reto tan inmenso como el cambio climático, la despoblación al menos podría ayudar.

El problema con este pensamiento es que la población mundial es un barco enorme, lento para girar. Imaginemos que, en el 2030, las voces que pedían la extinción voluntaria de la humanidad convencieran a todos a hacer algo inimaginable: acordar saltarse una generación —no tener hijos durante 20 años. ¿Qué consecuencias tendría eso para la huella de carbono de la humanidad?

Menos de lo que uno anticiparía, y mucho menos de lo que necesitamos. La población mundial en el 2050 sería menor que la actual, pero sólo aproximadamente un 14 por ciento.

No sólo trabajamos contra la contaminación, sino que estamos en una carrera contrarreloj.

No es casualidad que el mundo se haya vuelto más próspero a la vez que ha crecido su población. Los avances tecnológicos y sociales, la mejora en la calidad de vida —estas cosas no llegaron simplemente con el paso del tiempo. La gente tuvo que lograrlas.

La vida de otros es buena para ellos y para ti. Cuando las personas necesitan y desean cosas, elevan la probabilidad de que obtengas lo que necesitas y deseas. Esto es cierto si lo que deseas es un buen transporte público (porque una red de trenes y autobuses no puede operar sin suficientes pasajeros), una vacuna para un nuevo virus o la cura para una enfermedad rara que sólo la especialización médica de nicho de un mundo grande podría producir.

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Este no es un argumento a favor del crecimiento poblacional infinito. Es una defensa progresista de evitar la despoblación y, en cambio, estabilizar la población, respetando al mismo tiempo el medio ambiente y todo lo demás que importa.

Nadie sabe aún cómo evitar la despoblación —ni los investigadores, ni los expertos en políticas, ni los políticos. El problema es demasiado reciente. Los gobiernos han probado créditos fiscales, políticas de cuidado infantil y permisos parentales remunerados. Ninguno ha logrado reducir la tasa de natalidad a un nivel que estabilice la población.

Y, sin embargo, el cambio es posible. Nadie nace con las esperanzas y los sueños de una vida familiar grabados en el alma. Dentro de unas décadas, hombres y mujeres podrían desear algo diferente de lo que la gente desea hoy —si formaran sus planes en sociedades donde la crianza de los hijos fuera más fácil, más justa y más sencilla de combinar con otras aspiraciones para una vida plena.

Esperamos que ese cambio se produzca algún día.

Michael Geruso y Dean Spears son economistas y autores del próximo libro “After the Spike: Population, Progress, and the Case for People”. Envíe sus comentarios a intelligence@nytimes.com.

©The New York Times Company 2025

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Staff NYTimes
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