Por: J. David Goodman/The New York Times
HOUSTON, Texas — No hay muchas estructuras emblemáticas en Houston, una ciudad más famosa por su extensión que por lo que construye. El Astrodome es la excepción.
No importa que no se haya jugado béisbol ni fútbol americano allí en un cuarto de siglo, ni que la música no haya resonado en su cavernoso espacio desde el 2002.
Abrió como el primer estadio con domo en Estados Unidos en 1965 con una constelación de astronautas ofreciendo una lluvia de meteoritos de lanzamientos ceremoniales. (Houston es hogar del Centro Espacial Johnson de la NASA).
Pero qué hacer con la enorme estructura ha planteado preguntas incómodas que muchas ciudades han enfrentado: ¿Qué es un lugar sin su edificio más conocido y qué valor tendría salvarlo?
Otras ciudades han lidiado con qué hacer con los preciados, pero desvanecidos emblemas de épocas anteriores, como el pabellón de la Feria Mundial de 1964 en Nueva York, un Estadio Olímpico en Montreal o el Estadio Marino en Miami.
Las propuestas de destruirlos generan reacciones emotivas. Pero la idea de invertir dinero público en salvar estas estructuras —particularmente si están controladas por gobiernos locales, como lo es el Astrodome— también genera protestas. Para los líderes políticos puede ser más fácil no hacer nada. Así que muchos allí siguen, abandonados.
“No exagero: ese domo ha sido mi cruz”, dijo Ed Emmett, quien intentó infructuosamente impulsar un modesto plan de renovación para el domo hace varios años cuando era juez del Condado de Harris, el gobierno que controla el estadio.
Desuso
El pasado otoño, funcionarios del Condado encargaron un nuevo estudio para considerar demolerlo, entre otros destinos.
“Con el paso de los años, los que pasábamos tiempo allí somos menos”, dijo Craig Hlavaty, periodista de Houston que tiene un tatuaje del estadio en la pantorrilla izquierda. “A estas alturas es casi un monumento a la inactividad y apatía del Gobierno”.
El edificio, un monumento estatal, está inscrito en el Registro Nacional de Lugares Históricos. Cayó en desuso cuando los equipos deportivos profesionales se mudaron, y ha estado cerrado y vacío tanto tiempo que sus sistemas básicos ya no funcionan. Durante años, casi nadie ha tenido permitida la entrada.
“Todavía no he conocido a nadie que entre al Astrodome por primera vez y no diga: ‘¡Wow!’”, dijo Mike Acosta, historiador del equipo de beisbol Astros de Houston y quien aboga por salvar el Astrodome. “Es como contemplar una obra de arte”.
En una visita reciente, el techo deslumbraba bajo el sol del atardecer, elevándose sobre el cavernoso espacio y conservando su poder de impresionar.
Pero el vacío también era impactante.
La mayoría de los asientos fueron retirados hace mucho tiempo y subastados a los habitantes de Houston y otros aficionados para adornar salas o bares deportivos. Los que quedan, con sus marcas numéricas en la forma del Estado de Texas, están dispuestos en torno a una sección del balcón en franjas polvorientas de amarillo, naranja, rojo y azul. El césped artificial ahora yace en rollos sobre lo que fue el campo, convertido en un área de almacenamiento.
A lo largo de los años, ha habido diversas propuestas sobre qué hacer con la estructura. Algunas han carecido de imaginación, como convertirla en un hotel enorme. Otras han sido fantasiosas, como inundarla para montar recreaciones de batallas navales.
“Hay 2.3 millones de personas en la ciudad de Houston, así que tienes 2.3 millones de ideas sobre qué hacer con el Astrodome”, dijo Ryan Slattery, quien causó revuelo cuando era estudiante en la Universidad de Houston con su idea de convertirlo en un pabellón al aire libre.
Parte del desafío radica en que el Astrodome se encuentra en medio del Parque NRG del Condado de Harris, justo al lado del Estadio NRG, sede de los Houston Texans de la Liga Nacional de Futbol Americano (NFL), y en medio de los terrenos donde se celebra uno de los eventos más importantes de la ciudad: el Houston Livestock Show and Rodeo (Exposición de Ganado y Rodeo).
Ni los Texans ni el rodeo se han mostrado particularmente entusiasmados con los esfuerzos por salvar el antiguo estadio.
En cuanto a Hlavaty, se mantiene estoico. “Si hay que demolerlo, estoy seguro de que estaré allí como todos los demás”, dijo, añadiendo, “He moderado mucho mi entusiasmo por él. Simplemente quiero una solución”.
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