The New York Times
Por: Ana Swanson/The New York Times
WASHINGTON — Ruthie Davis tomó un zapato de un estante de creaciones de colores vivos, sus largas uñas lilas recorriendo un tacón de casi el largo de la palma de su mano. Era el tipo de tacón estratosférico que la ha ayudado a forjarse un nombre como diseñadora de zapatos.
Esos tacones, muy demandados en Estados Unidos, ahora se acumulan en su fábrica en Brasil, donde los envíos a EU están suspendidos debido a los altísimos aranceles del Presidente Donald J. Trump.
Brasil parecía una apuesta segura para una pequeña empresa como la suya, menos costosa que fabricar en Italia y más adecuada para un negocio de lujo a pequeña escala que las enormes fábricas de tenis de China. Pero la decisión de Trump en agosto de imponer un arancel del 50 por ciento a las exportaciones brasileñas ha trastornado esa estrategia. Davis ha pospuesto más envíos, temerosa de la enorme factura arancelaria que tendría que afrontar.
“El problema es que no podemos absorber un arancel del 50 por ciento a estas marcas más pequeñas y no tenemos flexibilidad para trasladar nuestra producción”, dijo. “No contamos con este enorme presupuesto ni con todo este dinero”.
Aunque sus zapatos se venden a entre 500 y mil dólares, Davis dijo que era difícil lograr ganancias. Sus zapatos suelen venderse con un descuento sobre ese precio. Paga mucho por el envío y la mercadotecnia.
“Nadie necesita un zapato de lujo”, dijo. “Así que tengo que promoverlo al máximo”. Si los aranceles se mantienen, dijo, no está segura de cuánto tiempo podrá aguantar su negocio.
Contradicciones
Davis es una de las muchos empresarios que han optado por trabajar con fábricas en países considerados alternativas más seguras a China, como Brasil e India. Esa decisión ha resultado un tiro por la culata, ya que Brasil e India enfrentan aranceles severos.
Desde el 2018, cuando Trump impuso fuertes aranceles a China, las importaciones estadounidenses procedentes de China han disminuido, mientras que las de India y Brasil han aumentado. Marcas como Apple y Steve Madden trasladaron su producción de China a India, Brasil y otros países.
“Deberíamos hacer todo lo posible para que las empresas estadounidenses abandonen China, lo que significa que Trump necesita un arancel alto en China y uno bajo en países como India”, dijo Robert D. Atkinson, presidente de la Fundación de Tecnología de la Información e Innovación.
Stephen Lamar, presidente de la Asociación Estadounidense de Ropa y Calzado, afirmó que sus miembros habían recibido “mensajes contradictorios” sobre cómo proceder.
“Es como decir, ‘Un momento, pensé que querías que nos saliéramos de China’”, dijo Lamar. “No sabes a dónde diversificarte si los países que pensabas iban a ser las alternativas seguras hace un par de meses no lo son”.
En cuanto a Davis, hace una década una fábrica brasileña se puso en contacto con ella y la convenció de que podía manejar las complejidades de la fabricación de calzado de lujo a un precio más bajo.
A lo largo de muchos años, Brasil construyó una industria del calzado competitiva. Su red de proveedores es la razón por la que Davis cree que será imposible trasladar la manufactura de su tipo de calzado a EU en un futuro próximo.
“Si ves a la gente que trabaja en la Casa Blanca, las mujeres llevan zapatos bonitos. ¿Están dispuestas a renunciar a esos zapatos? Porque no fabricaremos zapatos en Estados Unidos”.
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