Mateus Lima tenía grandes sueños para su hijo pero se trizaron en el parto. La explicación más probable por ahora es que un mosquito infectó a su esposa en el embarazo y dañó la vida del niño irreversiblemente.
'Cuando nació fue como un bombazo. Yo tenía tantos sueños; quería que hiciera deportes, que jugara, que fuera sano y fuerte', recuerda ante la AFP sentado con su mujer Kleisse Marcelina en una sala del hospital Irmã Dulce en Salvador de Bahia, en el noreste de Brasil, la capital de uno de los estados más golpeados por la explosión de casos de bebés nacidos con microcefalia en el país.
Detectada por un perímetro cefálico de menos de 33 cm y un cerebro atrofiado, la malformación está asociada al contagio de mujeres embarazadas con el virus zika, transmitido por el mosquito Aedes Aegypti, cuyo brote irrumpió en 2015 sin aviso en este país sudamericano y en gran parte de Latinoamérica.
'Tuve zika en el quinto mes de embarazo. Fui al médico y me dijo que no había riesgo para mi bebé. Pero cuando nació, el 22 de noviembre, nos dijeron que tenía microcefalia', cuenta Kleisse, de 24 años, dos más que su marido.
El bebé de Matteus y Kleisse sufre microcefalia. Su madre fue afectada por el zika en el quinto mes de embarazo.
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Era su primer hijo juntos y Kleisse no paró de llorar tras el parto. 'Tengo miedo por el futuro de mi hijo', confiesa. '¿Podrá caminar o hablar?', se pregunta. El pequeño Pietro se mueve agitado en los brazos de su padre. Su cuerpo se nota más rígido y su cabeza más firme que en un niño con desarrollo normal del cerebro, una característica de la microcefalia.
Los ventiladores de la sala apenas logran aplacar el aire ardiente del verano. Este hospital católico atiende gratuitamente a familias pobres y tal como los Lima Marcelina, hay otras con bebés ya diagnosticados con la malformación o que vienen por primera vez.
'Me enfermé de zika en el embarazo y me dijeron que no pasaría nada, pero al octavo mes detectaron microcefalia. Desde ese momento no dormí más', cuenta Ana Paula Santos, de 34 años, cargando en sus brazos a Flavia, de un mes y medio.
Del espanto a la acción
El departamento de neuropediatría del hospital Irmã Dulce está agitado como cada miércoles desde noviembre, cuando se decidió dedicar ese día exclusivamente a casos de microcefalia ante el alza de las consultas.
'Este es un problema de salud pública mundial. El virus pudo entrar a Brasil por la Copa del Mundo y ya no está sólo acá. Incluso se debaten otras posibles formas de contagio además de la picadura del mosquito Aedes Aegypti, como la transmisión sexual', alerta Janeusa Primo, jefa de neuropediatría en este hospital religioso.
Para evitar el contagio lo más seguro por ahora es evitar la picadura de este insecto que prolifera en los húmedos veranos tropicales y que también transmite otras dolencias como el dengue, fiebre amarilla o chicunguña.
En Brasil la alarma se disparó en octubre, cuando se detectó un brote de casos de microcefalia en el noreste. Desde entonces se han registrado 4.180 casos sospechosos de la malformación (270 ya confirmados).
'Si hubiese sabido me habría cuidado más, habría usado repelente. Toda la vida nos han picado los zancudos, pero sólo ahora pasa todo esto', se queja Kleisse. '¡Zancudo del demonio!', exclama su marido.
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