Los rituales para arrancar el año con ‘energía positiva’ son una tradición que se extiende cada vez más en América Latina. De ahí que la ropa interior amarilla se vendió como pan caliente en varios países la semana pasada. Por ejemplo, en Chile se usa este tipo de atuendo para recibir el Año Nuevo con el objetivo de invocar prosperidad, amor y abundancia, al igual que la tradición de comer lentejas o uvas a la medianoche.
“Es para el amor, para la suerte, para el dinero y para que este año le vaya bien a todo el mundo”, dice Gladys Leal vendedora de ropa interior femenina en el tradicional barrio Meiggs de Santiago.
“Son para que traiga buena suerte el próximo año; para las solteras, para el amor. El amarillo está conectado con el rayo dorado, que es de la abundancia y la prosperidad”, asegura por su parte Mariela Quintana, quien también vende en este popular barrio comercial de Santiago.
En Chile, la tradición indica que la ropa interior amarilla que se usa durante la noche de Año Nuevo debe ser regalada. Algunos plantean que también hay que ponérsela al revés para asegurar un año con mayor pasión.
Comer 12 uvas al compás de las 12 campanadas de la medianoche.
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En México, Perú y Ecuador también se estila usar ropa interior amarilla para atraer la prosperidad, aunque si lo que se busca es amor esta tiene que ser roja. En Uruguay, Argentina y Brasil, en cambio, debe empezarse el calendario con prendas rosadas bajo la ropa.
Y en Venezuela, además, es imprescindible, para la buena fortuna, estrenar todo lo que se lleve puesto.
Cábalas exportadas
En buena parte de los países de la región se comen lentejas la noche de Año Nuevo y 12 uvas, una por cada mes del año que viene acompañando las 12 campanadas y pidiendo un deseo con cada una. También quienes aspiren a viajar dan justo a la medianoche un pequeño paseo portando una maleta.
Otra de las tradiciones más extendidas en Chile es dar el primer abrazo de saludo del Año Nuevo a alguien del sexo opuesto, lo que aseguraría el amor durante los próximos 12 meses.
En Uruguay, es usual que la gente lance a la calle un balde de agua para limpiar el camino del año que comienza y que desde las ventanas vuelen miles de trocitos de calendarios.
Mientras tanto en Brasil, con una importante población devota de cultos como el candomblé y el umbandismo, muchos se visten de blanco para hacer sus ofrendas a Yemanyá, diosa del mar, y lanzan en playas como las de Rio de Janeiro rosas y gladiolos como ofrendas para asegurar paz y prosperidad.
Y en algunos países se queman muñecos que representan a figuras poco populares, una costumbre arraigada en antiguas prácticas indígenas andinas de justicia popular, que permite a los ciudadanos dar rienda suelta a su cólera contra esos personajes.
En Ecuador, por ejemplo, a las 12 de la noche del 31 la gente sale a las calles con sus monigotes hechos de aserrín o papel periódico para quemarlos, pero antes, le pegan con un cinturón para despedir todo lo malo del año que termina y así empezar con buena suerte el nuevo.
Todas estas tradiciones están muy arraigadas en los países de América Latina y se repiten año a año como un ritual sagrado para miles de personas, condimentando una de las celebraciones más esperadas. AFP