El ambiente se llena de los colores del papel picado, el olor a flor de cempasúchil y el sabor del pan de muerto. Llegó el Día de Muertos, la fiesta tradicional mexicana en la que, según la creencia popular, los difuntos visitan el mundo de los vivos.
El 1 de noviembre se recuerda a los niños fallecidos, mientras el 2 de noviembre está dedicado a los difuntos que partieron en edad adulta.
En un altar se dejan elementos como fotografías, veladoras, calaveras, comida y bebida para deleite del visitante del otro mundo. La Ciudad de México se pone de fiesta durante las celebraciones, y los altares y calaveras aparecen por toda la ciudad desde mediados de octubre.
Aunque la costumbre tiene sus orígenes en prácticas prehispánicas, ha logrado adaptarse a las generaciones actuales combinando elementos tradicionales con otros de actualidad. De esta manera, la fiesta de la muerte se ha mantenido irónicamente viva a través de los años.
Los mexicanos dejan ofrendas en los altares de sus seres queridos para el deleite del 'visitante del otro mundo'.
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Este año, la exhibición se centra en el 200 aniversario de la muerte de José María Morelos, personaje icónico en la historia de la Independencia de México. Una de las 'catrinas' de cartón de la exhibición viste la pañoleta en la cabeza que caracteriza la imagen de Morelos mientras sostiene un 'paloselfi'.
Miles de personas se reunieron, también, en el monumento conocido como Ángel de Independencia, sobre la avenida Reforma. Adultos, jóvenes y niños disfrutaron de una exhibición de alebrijes, figuras artesanales de animales imaginarios hechas con la técnica de papel maché.
En El Salvador, miles de jóvenes disfrazados de esqueletos y haciendo rodar tenebrosas carretas, rindieron tributo a la muerte con el bullicioso y tradicional desfile de La Calabiuza (calavera) en el día de Todos los Santos en Tonacatepeque, un pueblo rodeado de violentas pandillas, 25 km al norte de San Salvador.
Bajo una rigurosa vigilancia de efectivos del ejército y de la Policía y venciendo el encierro impuesto por la confrontación de las pandillas, los jóvenes salieron a las calles para dar paso al evento que la noche del domingo y la madrugada de este lunes hizo olvidar la violencia en la zona.
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Mientras que en Guatemala, decenas de colores adornan las tumbas de los fallecidos en Chichicastenango, un municipio del departamento de Quiché situado a más de 145 kilómetros de la Ciudad de Guatemala y donde la mayoría de población es indígena.
Además, los familiares de los 280 muertos que dejó el alud en el pueblo de El Cambray, adornaron con flores las tumbas donde están sepultados sus seres queridos, en la celebración del Día de Todos los Santos.