Dmitri Medvedev, el presidente de Rusia, lleva ya 10 meses en el poder. Ese plazo ha bastado para avalar una guerra relámpago en Georgia, reconocer a dos regiones separatistas y modificar por primera vez la Constitución desde que se aprobó en 1993.
Sin embargo, el tiempo no ha sido suficiente para que el jefe del Estado demuestre a sus conciudadanos que el que manda en el país es él, y no Vladimir Putin, su antecesor en el cargo. Esta figura sigue teniendo un protagonismo excepcional en la vida pública, tanto en la economía como la política internacional, hasta el punto de que el Presidente parece a menudo el actor aplicado de una puesta en escena diseñada a la medida del actual primer ministro. Una de sus medidas recientes ha sido la destitución de cuatro gobernadores.
El delfín de Putin
Formalmente, Medvedev tiene un enorme poder que le permite destituir de su cargo de primer ministro a Putin en cualquier momento. Pero una cosa es la Constitución y otra los pactos privados a los que eventualmente llegaron ambos cuando el primero recibió el poder del segundo.
Entre ambos existía una relación muy sólida. Durante los dos años anteriores al relevo, Putin cuidó sistemáticamente de la formación política de su protegido, como un rey prepara a un delfín. Medvedev se ha mostrado leal a Putin, pero el tándem dirigente de Rusia, planeado para una época de altos precios del petróleo, está siendo puesto a prueba por las turbulencias económicas.
Puede llegar un momento en que la crisis exija sacrificios. De ahí que la eficacia de las medidas anticrisis tenga gran importancia y que Medvedev esté afirmando su propio estilo en múltiples detalles. Entre las medidas que ha adoptado recientemente se cuenta la destitución fulminante de cuatro gobernadores provinciales, el anuncio de entrevistas televisivas regulares y también la publicación de una primera lista de cien personas -“la reserva del Presidente”- de un total de mil que pueden esperar ascensos a puestos de responsabilidad. Los gobernadores destituidos no eran necesariamente los peores desde el punto de vista de su gestión, pero su cese es un aviso dirigido a otros líderes provinciales.
En su primera entrevista anticrisis, Medvedev recurrió a un lenguaje enérgico para dar la impresión de controlar la situación, aunque se avecinen tiempos difíciles. Debido a la crisis, Medvedev está en una encrucijada que, salvando las distancias, recrea la de Mijaíl Gorbachov a principios de los años ochenta del pasado siglo.
La crisis del sistema soviético dio un empuje a las reformas de la perestroika, en gran parte porque los ciudadanos se cansaron de las penurias materiales causadas por la carrera armamentista.
Las dificultades económicas agudizan hoy algunos problemas no resueltos en Rusia, entre ellos, la diferenciación en castas entre los privilegiados, que gozan de un sistema de prebendas por su cercanía al poder, y la población en general.
Con la crisis también se agudiza el problema de la falta de democracia y de libertades cívicas, y la censura en las cadenas televisivas, convertidas hoy en pura propaganda.
Acercamiento con EUA
El presidente ruso Dimitri Medvedev dijo el viernes que espera reiniciar las relaciones entre su país y Estados Unidos en un encuentro previsto a comienzos de abril con su homólogo estadounidense Barack Obama, indicaron las agencias rusas.
“Espero que ese término sorprendente de ‘reinicio’ aparecido tras el encuentro entre el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, y la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, refleje efectivamente la esencia de las transformaciones que nos gustaría que se produzcan”, declaró Medvedev.
“Contamos con ese reinicio y esperamos que se produzca”, añadió Medvedev, citado por Ria Novosti, durante un encuentro en el Kremlin con el ex secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger.
Medvedev agregó que espera mantener conversaciones en profundidad con Obama sobre “todas las cuestiones de actualidad internacional”.
El término de “reinicio” salió a colación en el encuentro a comienzos de marzo en Ginebra entre Clinton y Lavrov. Clinton ofreció al jefe de la diplomacia rusa un “botón de reinicio” de plástico, para simbolizar la reanudación de las relaciones ruso-estadounidenses.