Todos los días Sara Vélez, una estudiante de Derecho de 26 años, camina de su casa a su universidad en Bogotá. En ese corto trayecto soporta piropos, comentarios obscenos y miradas que, lejos de halagarla, la ofenden, la denigran, la asustan.
'No puedo caminar en paz sin que alguien me esté mirando o gritándome un montón de cosas', dice. 'Me produce asco'.
Mientras, en Brasil, la periodista Caroline Apple de R7 Noticias publica a fines de mayo un artículo en primera persona: 'Hoy fui una víctima. Un usuario del metro eyaculó en mi pantalón'. Y acompaña la nota con una fotografía del pringoso desatino.
Estas escenas se repiten en toda Latinoamérica. 'Te doy igual', le dicen a una mujer poco agraciada. 'Te hago dos más', a una embarazada. 'Tanta carne y yo sin dientes', a una voluptuosa.
Nueve de cada diez mujeres ha sufrido algún tipo de acoso sexual en espacios públicos y 70% asegura haber tenido una experiencia traumática por ello, según un estudio de 2014 del Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC) en Chile. En otras palabras, para sorpresa de los piropeadores, las mujeres no se sienten tan halagadas como ellos suponen.
¿Leyes antipiropos?
Las jóvenes latinoamericanas han despertado del sumiso letargo del piropo. Ya no quieren cubrirse ni esquivar la mirada como hacían las mujeres hasta hace sólo unos pocos años. Y se están organizando, con agrupaciones contra el acoso callejero que brotan como hongos en la región.
Un ejemplo de ello es la campaña 'Sílbale a tu madre' de la peruana Natalia Málaga. La exmedallista olímpica identificó a varios acosadores seriales, contactó a sus madres y consiguió que ellas fueran piropeadas en la calle por sus propios hijos. 'Qué rico calzón', dice un hombre. La mujer se da vuelta. '¿Renzo?'. '¿Mamá?'.
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Por último, el cambio de percepción respecto a una práctica que se consideraba natural coincide con un momento histórico en que la mujer está conquistando espacios tradicionalmente masculinos.
Sólo en algunos casos, como México, Brasil, Venezuela y El Salvador, el acoso callejero --que se ejerce de forma anónima a un desconocido-- puede interpretarse en un texto más amplio sobre el hostigamiento sexual, aunque la mayoría de los países no lo tipifica particularmente.
En otros países donde se ha discutido, la norma es llamada despectivamente 'ley antipiropo' y sus propuestas son tratadas con chistes y burlas, como ocurre en Paraguay y Panamá.