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Jamal Khashoggi, el periodista asesinado en el consulado saudí

  • 20 octubre 2018 /

Fuentes afirman que un equipo de 15 hombres lo torturaron y lo descuartizaron en el consulado de su país en Estambul.

Estambul.

El renombrado periodista saudí Jamal Khashoggi, cuya muerte confirmó ayer Arabia Saudita, pasó de ser alguien que conocía desde dentro a la familia real saudí a ser un detractor del todopoderoso príncipe heredero Mohamed bin Salmán.

En su última colaboración con el Washington Post, denunció las trabas a la libertad de prensa en el mundo árabe y afirmó: “Desgraciadamente, esta situación probablemente no cambiará”.

Jamal Khashoggi debía cumplir 60 años el 13 de octubre, pero el martes 2 entró en el consulado saudí de Estambul y no volvió a aparecer. La prensa turca aseguró que Khashoggi fue torturado y salvajemente asesinado. Y Washington instó a Riad a publicar cuanto antes los resultados de su investigación. Arabia Saudita desmintió en un primer momento la muerte del periodista, pero ayer admitió que había fallecido en el interior de su consulado en Estambul.

El periodista tuvo una intensa carrera que lo hizo pasar en 35 años por el islam político de los Hermanos Musulmanes, la prensa saudí, los círculos dirigentes de Riad y los mayores diarios internacionales, entre ellos el Washington Post.

Khashoggi se había exiliado a EEUU tras una ola de detenciones en septiembre de 2017 en el reino saudí. Desde entonces no había cesado de denunciar los “excesos” del príncipe Mohamed, de 33 años, apodado MBS. En aquel momento anunció que se le había prohibido publicar en el diario panárabe Al Hayat, propiedad del príncipe saudí Jaled bin Sultan al Saud, por haber defendido a los Hermanos Musulmanes, cofradía considerada “terrorista” por Riad.

El 6 de marzo de 2018 escribió en un editorial, cofirmado por el historiador británico Robert Lacey, en el Guardian: “Por su programa de reformas, el príncipe heredero merece elogios. Pero este joven e impetuoso innovador no ha alentado ni permitido el menor debate en Arabia Saudita”.

Uno de los 15 sospechosos saudíes murió en un misterioso accidente de auto, afirmó el jueves el diario oficialista turco Yeni Safak. Identificado como Meshal Saad M. Albostani, un oficial de la Fuerza Aérea de Arabia Saudí. El mismo periódico señala que existen “rumores de que podría haber sido silenciado”.
-No era un desconocido-

Jamal Khashoggi -alto, con gafas, y que portaba perilla o barba incipiente y canosa- nació el 13 de octubre de 1958 en la ciudad santa de Medina, al oeste de Arabia Saudita.

En 1982, obtuvo un diploma de gestión en la universidad de Estado de Indiana, en EEUU.

Trabajó para diarios saudíes, entre ellos Saudi Gazette y Asharq al Awsat, y cubrió el conflicto en Afganistán. Nunca combatió junto a los muyahidines en guerra contra los soviéticos, pero sí hizo suya su causa, financiada por la CIA estadounidense y los servicios secretos saudíes. Khashoggi había entrevistado a Bin Laden en Afganistán y en Sudán, pero en los años 1990 se había distanciado del jefe de Al Qaida cuando éste abogó por la violencia contra Occidente.

Más tarde, ocupó cargos de responsabilidad en diarios saudíes. Considerado demasiado progresista, en 2003, al cabo solo 54 días, fue obligado a dimitir como jefe de redacción del diario saudí Al Watan.

Sobrino del célebre traficante de armas Adnan Khashoggi, Jamal procedía de una gran familia saudí, con lejanos orígenes turcos.

Durante tiempo mantuvo relaciones ambiguas con el poder saudí, pues ocupó cargos de consejero en Riad y en Washington.

El multimillonario príncipe Al Walid bin Talal, le había confiado la dirección de Alarab, gran canal de información. Pero este proyecto, que debía ser lanzado en 2015 desde Bahráin, jamás vio la luz tras una prohibición de las autoridades de Manama, cercanas a Riad.

El propio príncipe Al Walid fue detenido entre noviembre de 2017 y enero de 2018 en el hotel Ritz-Carlton de Riad con decenas de personalidades acusadas de “corrupción” por una comisión presidida por el príncipe heredero MBS.

Desde septiembre de 2017, en una tribuna publicada por el Washington Post, Khashoggi escribía: “Cuando hablo de miedo, de intimidación, de detenciones, de humillaciones públicas de intelectuales y dirigentes religiosos, y que digo que soy de Arabia Saudita ¿están ustedes sorprendidos?”.

También criticó la implicación saudí en la guerra de Yemen o el embargo impuesto al vecino Catar, acusado por Riad de apoyar a los Hermanos Musulmanes y de cercanía con Irán.

Arabia Saudí anunció ayer la destitución del subdirector de los servicios secretos del reino, Ahmad Asiry. También anunció un decreto real por el cual fue despedido el miembro del Consejo Real Saud Qahtany, sin ofrecer más detalles sobre los motivos.
-Su desaparición-

Khashoggi fue visto por última vez el 2 de octubre, cuando entró al Consulado de Arabia Saudita en Estambul, donde necesitaba recoger un documento para su boda. Ahí, según funcionarios turcos, un equipo de agentes sauditas lo mataron y lo desmembraron.

Los funcionarios sauditas habían negado haberle hecho daño a Khashoggi, pero no habían podido dar evidencia de que salió del consulado ni habían ofrecido ningún recuento creíble de lo que pasó con el periodista.

Su desaparición abrió una disputa entre EEUU y Arabia Saudita, el principal aliado árabe del gobierno de Donald Trump, y ha dañado seriamente la reputación del príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, el hombre de 33 años que ostenta el poder detrás del trono saudita y que esta vez quizá se excedió incluso para sus más leales simpatizantes en Occidente.

La posibilidad de que el joven príncipe ordenara el asesinato de un disidente representa desafíos para el presidente Trump y puede convertir las antes cercanas relaciones en tóxicas. Podría convencer a aquellos gobiernos y corporaciones que han ignorado la destructiva campaña militar del príncipe en Yemen, el secuestro del primer ministro libanés y sus olas de arrestos de clérigos, empresarios y otros príncipes de que es un autócrata despiadado que no se detendrá ante nada para acabar con sus enemigos.

La atracción de Khashoggi por el islam político le ayudó a forjar un vínculo personal con Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, quien ha exigido que Arabia Saudita explique el destino de su amigo.

Desde su mudanza a Washington, representantes del príncipe heredero lo contactaron en repetidas ocasiones para pedirle que bajara el tono de sus críticas y para invitarlo a regresar a casa, les dijo a sus amigos.

Sin embargo, Khashoggi estaba construyendo una nueva vida. Él y una investigadora turca, Hatice Cengiz, habían decidido casarse y establecerse en Estambul. Maggie Mitchell Salem, una amiga desde hace mucho tiempo, se preocupaba por él y le pidió que le mandara un mensaje de texto cuando fuera a la embajada saudita en Washington.

“Él se rio de mí y dijo: ‘Ay, Maggie, Maggie, no seas ridícula’”, recordó ella.